Lo que Renata quería saber de Los juegos del hambre

Renata tiene 18 años y está en quinto año de una escuela técnica. Tiene múltiples intereses, la lectura entre ellos. Lectora apasionada de Los juegos del hambre, la saga de Suzanne Collins que desde hace algunos años es una de las más leídas por el público juvenil, nos cuenta qué es lo que la atrapó de la historia. E inclina la balanza en el debate ¿leer el libro, o ver la película?

Por Renata Trombetta

Leí Los juegos del hambre cuando tenía 13 años: en seguida se despertó mi interés por conocer qué pasaría con la historia luego, así que seguí con En llamas y Sinsajo, los otros libros de la saga, básicamente porque quería saber.

Lo que más llamó mi atención es la representación del mundo del futuro, como una metáfora de a dónde se podría estar dirigiendo la sociedad actual. En el mundo distópico que describen las novelas, la desigualdad llegó a un extremo donde la mayor parte de la humanidad trabaja esclavizada en beneficio de un pequeño porcentaje que tiene el poder tanto militar, como económico y comunicacional. La cara de este poder está representada por un personaje quien no parece tener el poder real y es un mero títere del sistema, rodeado de un gran séquito de bufones obsecuentes.

A su vez existen en la historia personajes que se sienten desdichados en este mundo desigual y frívolo y que por lo tanto deciden apoyar la revolución liderada por la protagonista de la historia, Katniss Everdeen, una mujer fuerte e independiente que representa a la libertad del pueblo. Lo que me atrapó del personaje de Katniss es que a pesar de ser muy joven no necesita de otras personas para poder subsistir y conseguir lo que quiere.

Por supuesto, vi las versiones cinematográficas: las dos primeras me gustaron, aunque no tanto ya las películas basadas en Sinsajo. De todas formas, prefiero mil veces los libros: siempre pasa que en ellos hay muchísimos detalles que es difícil que se mantengan en el paso al cine. Fue bastante decepcionante para mí ver que en las películas no aparecían cosas que me habían gustado mucho cuando leí las novelas.

En este breve fragmento se puede percibir la opresión que desencadena toda la saga, esa que mantuvo mi atención hasta la última página del tercer volumen:

Me bajo de la cama y me pongo las botas de cazar; la piel fina y suave se ha adaptado a mis pies. Me pongo también los pantalones y una camisa, meto mi larga trenza oscura en una gorra y tomo la bolsa que utilizo para guardar todo lo que recojo. En la mesa, bajo un cuenco de madera que sirve para protegerlo de ratas y gatos hambrientos, encuentro un perfecto quesito de cabra envuelto en hojas de albahaca. Es un regalo de Prim para el día de la cosecha; cuando salgo me lo meto con cuidado en el bolsillo.
Nuestra parte del Distrito 12, a la que solemos llamar la Veta, está siempre llena a estas horas de mineros del carbón que se dirigen al turno de mañana. Hombres y mujeres de hombros caídos y nudillos hinchados, muchos de los cuales ya ni siquiera intentan limpiarse el polvo de carbón de las uñas rotas y las arrugas de sus rostros hundidos. Sin embargo, hoy las calles manchadas de carboncillo están vacías y las contraventanas de las achaparradas casas grises permanecen cerradas. La cosecha no empieza hasta las dos, así que todos prefieren dormir hasta entonces… si pueden.


Los juegos del hambre: Sinsajo
Suzanne Collins
RBA, 2014.


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