El camino a la fiesta de compartir la palabra con la comunidad - Dos experiencias de narración oral
Diana
Tarnofky, la coordinadora del Taller de Narración Oral y Lectura en voz alta
del Programa Bibliotecas para Armar, nos cuenta sobre la capacitación a través de dos experiencias que realiza en bibliotecas públicas de la Ciudad de
Buenos Aires.
Por Diana Tarnofky*
La primera experiencia es la llamada “fogón
de cuentos” y consiste en un viaje
que se detiene en ocho estaciones. Una
vez por semana nos encontramos en dos bibliotecas públicas de la Ciudad de
Buenos Aires: Baldomero Fernández Moreno y Ricardo Güiraldes.
En
esos encuentros exploramos diferentes maneras de abordar un texto posible de
ser narrado y/o leído a viva voz: juegos con la voz, con los cuerpos en movimiento,
improvisaciones, recreación a partir de canciones, poemas, cuentos populares y
literarios, libros ilustrados, libros álbum, fotos, objetos, narraciones y
re-narraciones.
Sigue
otra instancia de cuatro encuentros más, donde cada participante de esta
aventura elige, selecciona y trabaja (“amasa” decimos nosotrxs) en particular y
en profundidad uno o dos cuentos.
En
estos encuentros recorremos caminos diferentes que facilitan el encuentro de lo
singular de cada unx, en el modo de leer o narrar esa historia en particular.
Esos
cuentos serán “el equipaje” con el que más adelante vamos a salir, para compartir
con la comunidad la experiencia de la narración. Algunos de los escenarios posibles
del “fogón” son: bibliotecas comunitarias, salas de espera de hospitales
y centros de salud, Centros de Primera Infancia, Centros de Día de adultxs
mayores, Casas del Niño y el Adolescente y Centros
de Atención Familiar.
La
presencia física del libro forma parte de la experiencia, ya que es el que inspira
inicialmente la lectura o narración. Circulan nuevos títulos y nuevxs autorxs
para despertar el deseo de futuros encuentros y nuevas lecturas.
Así,
se genera un diálogo sobre lo leído, y surgen conversaciones que se asocian con
la biografía personal o el recorrido lector de cada participante. La idea es
que cada unx de los integrantes de la ronda pueda tomar la palabra.
Una mano en la otra
y en las dos
un latido
que no se sabe
si viene de tu lado
o del mío.
De la misma manera
pasa con el poema:
uno lo dice
y el otro
diciéndolo
se lo lleva.
Hebe Solves
La
otra experiencia es la “lluvia poética”. Con los PUP (Pequeños Universos
de posibilidades Poéticas, que son paraguas, intervenidos con luces, tules y
colores) generamos una espacialidad íntima que favorece el convite de “bombones
poéticos”: coplas, haikus, poemas, y fragmentos de canciones. Un modo de
prolongar el encuentro, es ofrecer ese “sabor” de palabras a la boca, para
que se pueda volver a él una y otra vez.
Había una vez
una palabra
redonda,
entera, brillante.
Adentro de la
palabra
estaba el mundo
y en el mundo
estábamos nosotros
diciéndonos
palabras.
Graciela Montes.
Provoca
una inmensa alegría transitar este recorrido con los grupos. Cada experiencia
es única, irrepetible.
Los
escenarios diversos, la población particular de cada lugar que nos recibe, la
espacialidad, el momento del día en que se desarrolla la propuesta, son
variables que moldean las acciones e intervenciones que se realizan.
Asistimos
en grupos de cinco personas, acompañadas por la mirada y la escucha del resto
del grupo que participó del taller. Esto es un sostén importante y ofrece una
nueva instancia de aprendizaje: la que surge de mirar y escuchar a otrxs que narran
y leen; observar qué ocurre con la escucha y la participación de la gente en
cada ocasión.
Los
fogones cuenteros y las lluvias poéticas, disparan el deseo de que haya nuevas
oportunidades para salir a compartir. Cada intervención es un “aquí y ahora”,
una fugacidad, una respiración conjunta con cada grupo en el que se celebra la
ronda.
Entonces,
aparece el deseo de encontrar nuevas ocasiones para compartir el mismo relato
con interlocutorxs nuevxs. Las ganas de volver a entrar en el universo de ese texto
ya que cuánto más se lo transite más se marcará en nuestra piel, y será parte
de nuestra vida, como las anécdotas en la experiencia cotidiana.
También
se genera la necesidad de hacer nuevas lecturas, de ampliar el repertorio, de
continuar leyendo, de entrenar el cuerpo y la voz…
Es
un camino que parece no tener fin, repleto de aventuras que nos reúnen en ese
círculo que nos remite a lo que somos: seres humanos, seres de lenguaje que tenemos
la necesidad de nutrirnos con poesía, con pactos ficcionales que nos abran a
otros mundos posibles. Imaginar, pensar, soñar: construir sentido.
Para
terminar, compartimos un poema de Claudia Massin que es faro, camino,
posibilidad, e invitación a continuar con esta maravillosa experiencia de
narrar y leer en voz alta, con y para otrxs.
Río
Vuelve a erigir la casa y bordemos la historia,
Vuelve a contar mi vida.
Olga Orozco
Cuando era chica, a la hora de la siesta, no quedaba en la casa
ni
una sola persona (salvo yo) despierta. A veces
algún
hecho inesperado rompía la tranquilidad y había
que
salir corriendo, contárselo a quien se pudiera:
ninguna
cosa –triste, hermosa o terrible– tiene sentido
si
nadie más la está viendo. El día
en
que pasaron un par de caballos viejos, llevados
de
las riendas por sus dueños, y entraron en el río
en
medio del calor insoportable, conté la escena
pero
no dije nada de esas bestias lentas, que iban
con
la cabeza gacha, cansadas de antemano,
acostumbradas
a la obediencia. En mi relato
eran
potrillos ariscos que habían llegado de lejos,
levantando
una polvareda, una tropilla de lejos,
que
había entrado corcoveando al agua a buscar el fresco.
¿Es
siempre una mentira distorsionar
los
hechos, inventarle a la vida una combinación, un orden,
un
sentido diferentes? ¿Y si lo efectivamente sucedido
se
disgregara una y otra vez al ser narrado
como
una piedra erosionada por el viento,
hasta
terminar reagrupando sus partículas
en
una nueva historia, tan cierta
como
la original? ¿Sería posible
hacer
vacilar los hechos inconmovibles, derrumbarlos,
levantar
otros en su lugar, igual de sólidos
o
todavía más? Tal vez no compartimos relatos
para
hacernos conocer, ser transparentes
o
sinceros, sino para inclinarnos junto a otra persona
sobre
la vida que tuvimos y decirle: ¿ves?
acá
es donde empezó el deterioro, donde me di por vencida
y
acepté que la fealdad o la tristeza
eran
irreversibles. Habría que volver atrás, entonces,
a
inventar de nuevo la historia malograda,
a
reparar lo que se ha roto y recomponer las paredes
precariamente
sostenidas, los rebordes descuidados,
los
lugares que quedaron abandonados o inconclusos,
como
un albañil que maneja las herramientas toscas
con
toda la delicadeza de la que es capaz
hasta
que logra encontrar la forma
a la
vez simple y hermosa
de
combinar los materiales con que cuenta
para
transformar lo que estaba dañado, eso que todos decían
que
no tenía arreglo.
*Diana
Tarnofky, es la coordinadora del Taller Narración Oral y Lectura en voz alta
del Programa Bibliotecas para Armar.
Comentarios
Publicar un comentario