Carola Martínez Arroyo: “Hay que formar lectores que quieran leer, que lean, que tengan tiempo para leer, pero que también tengan que leer”
En esta segunda parte de la entrevista a Carola Martínez Arroyo seguimos explorando los temas
más interesantes de la literatura en general y de su literatura en particular:
la identificación -a veces la confusión- entre narrador y escritor; la cuestión
de la “inspiración”, de las influencias, de si hay “temáticas difíciles” o no,
de los aportes del taller y de la edición. Y de la ideología de los escritores
y escritoras, que según Carola (y estamos de acuerdo) subyace en cada decisión
de escritura o de edición. O de educación. De todo charlamos con esta lúcida
escritora y especialista, y a pesar de tanto, igual nos quedamos con ganas de
más.
Mario Méndez: Una de las cosas
que hablábamos hace un rato con Carola, es el problema que les causa a los
lectores, sobre todo a los más jóvenes, la cuestión de la identificación. El
confundir si el origen de la novela tiene que ver con tu vida personal…
Carola Martínez Arroyo: No soy huérfana,
mi papá y mi mamá están vivos…
MM: ¿De dónde surgió
Nunca jamás?
CMA: Surgió de tres
cosas. Primero salió de Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea.
Esta novela me pareció increíble, no tiene un solo golpe bajo. Después, con mi
marido estábamos leyendo mucho a Pescetti, que escribe todo en primera persona.
Pero también sus cosas parecen obras de teatro. Está todo el tiempo como
montando una escena a partir del diálogo. Y el desafío de escribir una novela
en primera persona sin que pareciese una obra de teatro. Que tuviese un poco
más de carnadura. Y empezó así, con la imagen de la nena moviendo los pies y
mirando el coso amarillo en el hospital, donde está la enfermera haciendo
silencio. No tenía mucha idea de qué iba a pasar. Al principio, en un momento
pasaban el cuerpo de la madre en la camilla, y todo el mundo, incluso mi marido
me discutía que no pasaba eso; por pura mala suerte tuvo que estar en un
hospital cuando pasaron un muerto… Yo sé que sí pasa. Y lo pasan así, en una
bolsa de plástico. Yo le saqué toda esa parte, en la que Fiorella se tiraba
encima para tocarla, esa parte se las ahorré a los chicos, porque no tenía
mucho sentido. Mis compañeros, en el taller, dicen que escriben en la cabeza.
Entonces tienen muy avanzada la novela a medida que la van escribiendo. Yo no,
la voy escribiendo a ciegas, para donde vaya…
MM: ¿Y hay un plan
previo, una guía?
CMA: Absolutamente,
no.
MM: Y sí, por lo que
dijiste, tenés presente al lector en la cabeza… esto de ahorrarle la imagen a
los pibes…
CMA: No, eso pasó en
la reescritura.
MM: En el momento de
escribir, ¿no tenés presente al lector posible?
CMA: No. De hecho, me
dijeron después que no era muy para pibes, porque era durita durita.
MM: Demasiado dura.
CMA: Sí. No tengo muy
en cuenta. Porque aparte viste que uno tiene un lector ideal. Mi lector ideal
es bastante polenta, entonces se banca cualquier cosa. No es lo normal,
digamos. Tengo como la idea de que los pibes pueden enfrentarse a cualquier
cosa.
MM: En realidad son
capaces, pero por ahí la lectura de los libros es otro tema; y la escuela es
otro tema también.
Asistente: Sí, hace veinte
años, más o menos, cuando empecé a narrar, no había que contarles a los chicos
(sobre todo a los más chicos) sobre la muerte. La muerte no se tocaba.
MM: Eso es lo que
hablábamos antes, de los cambios que han ocurrido en nuestra literatura.
CMA: Pero lo del tema
de la muerte es muy gracioso. No es muy graciosa la muerte, es gracioso como lo
maneja la gente. Hay un libro de un premio Andersen norteamericano, Un
puente a Therabitia, de Katherine Patterson. Hay una película sobre
esa novela, que es una belleza. En los ochenta y los noventa el realismo toma
posesión de la literatura infantil. Katherine Patterson escribe este libro que
es muy hermoso, y que es la historia de dos nenes que se hacen amigos, y a uno
le ocurre una desgracia. El libro es demoledor; la película es para llorar a
los gritos. A los pibes les encanta. Es uno de los libros que mis hijas más aman;
se acuerdan de lo que lloraron.
MM: Bueno, uno de
los libros que nos marcó a muchos de los que estamos acá, y que todavía hoy se
sigue vendiendo, y pidiendo en las escuelas, es Mi planta de naranja-lima.
CMA: Porque vivimos
en un mundo muy poco conmovedor, muy poco sentimental, y necesitamos conmovernos
todo el tiempo. Necesitamos sentir terror, reírnos a los gritos, por eso
Pescetti la rompe, los cuentos de terror en la escuela, la rompen. Porque son
cuentos de los que salís conmovido.
MM: ¿Y entonces por
qué es tan difícil que el realismo entre a las escuelas?
CMA: Para mí, lo que
más leen en las escuelas es realismo.
MM: ¿Ah, sí?
CMA: Sí, totalmente;
es lo que más leen. Yo creo que no están leyendo fantasía, de ciencia ficción
no leen nada, lo único que leen es realismo; lo que pasa es que leen un
realismo que no es muy realista. (Risas). Es como un realismo del grupo de
amigos que va a la escuela y se van de aventuras… Nosotros les decimos “novelas
Scooby Doo”. Hay un misterio… (Risas). Eso está bien, es realista, porque puede
pasar una vez. Pero también es real que la gente se muere, que hay embarazos
adolescentes, que hay chicas que se hacen abortos, y esas son las que no
entran.
MM: Podríamos decir
que entra un realismo “light” a la escuela.
CMA: Sí, porque
vivimos en un mundo en el que lo que prima es lo superficial.
Álvar Torales: La hipocresía…
CMA: No solo la
hipocresía, sino el vivir en aguas mansas, caminar por arriba de las cosas. Si
voy a leer algo de muerte, que sea poquito, cosas que no profundicen, de las
cuales uno no salga transformado. Transformarse siempre implica que uno tiene
que revisarse a uno mismo, y eso siempre puede traer algún problema. Imaginate
que tenés cuarenta pibes en el aula que se están transformando… te la regalo…
MM: Pero también
sería lindo conseguirlo. ¿Ya tuviste encuentros con lectores con Nunca jamás?
CMA: No todavía. No
me invitan mucho a las escuelas; supongo que piensan que voy a hacer cagadas.
(Risas). Pero me porto bastante bien. Sí tuve encuentros en las escuelas con Matilde.
Ah, con Nunca jamás estuvimos en Villegas. Ahí tuve un encuentro con los
chicos, que habían leído Matilde, no Nunca jamás, que salió hace
muy poquito. Me preguntaron un montón de cosas; habían investigado, era una
escuela muy chiquita, en un pueblo muy chiquitito. Yo no me di cuenta, y estaba
frente a toda la escuela: Y los pibes estaban muy compenetrados con el tema; lo
que me preguntaban todo el tiempo era cómo había crecido esta nena. En Matilde hay una elipsis, y estaban muy
preocupados con ese espacio que no estaba contado. Cómo lo había pasado en ese
tiempo. Y se quedaron bastante mal, porque yo les decía que no tenía que
contarles eso, que era tarea de ellos, que yo había contado lo que tenía que
contar. Y esa otra parte le correspondía al lector. Y no les gustó. (Risas).
MM: En general no
les gusta, ni los finales abiertos, ni por qué no se juntó éste con aquel…
CMA: Tampoco nos
gusta a nosotros los adultos cuando vemos una serie. Yo todavía estoy puteando
porque quedó no sé qué, con no se quién.
MM: Los concurrentes
de todos los lunes a este encuentro, por lo menos, una vez al mes escriben
reseñas que pretenden ser críticas. Vos, como especialista y como autora de un
blog, Donde viven los libros, ¿por qué creés que la crítica es tan
perdonavidas?
CMA: ¿Podemos apagar
el grabador un segundo? (Risas).
MM: No, después lo
editamos, no hay problema.
CMA: Creo que porque
es un grupo muy pequeño, nos conocemos todos, no te vas a poner a criticar a
Juancito, que te lo vas a cruzar. Yo además, edito, entonces capaz que me lo
encuentro. Eso por un lado. Y por otro, porque no nos bancamos decirle a otro
que algo no está bien. Puede tener consecuencias negativas, y no nos bancamos
mucho los sentimientos negativos. Por eso después tienen que regalarle a la
gente El monstruo de los colores. (Risas). No nos bancamos bien el tema
de la crítica, y somos muy perdonavidas. Hay libros que no deberían seguir
circulando en la escuela porque son una porquería inmunda. No voy a decir
cuáles. Lo principal, es que todos los libros tienen una ideología. Todos.
Porque todos los escritores escriben desde su propia ideología. Entonces, hay
libros peligrosos, ideológicamente muy peligrosos. Hay otros que son
peligrosos, porque banalizan cosas dolorosas y profundas. El último post que
edité, porque tenía algunas cosas que quería revisar, es uno sobre Víctor Jara,
que yo había escrito en el 2016, a propósito de que por fin habían juzgado al
milico que le pegó el balazo. Pero era un juicio civil, no penal. Entonces lo
que le estaban pidiendo era plata, y no cárcel. Entonces hago un post sobre
Víctor Jara, y en los libros que yo reseño, hay uno que se llama Luchín.
“Luchín” es una de las canciones de Víctor Jara que más se conocen; es una
canción bellísima, que le hace a un nene de la villa, un nene muy pobre que
tiene características específicas. En Chile la división de clases es muy
fuerte, entonces si sos rubio, sos rico, si sos morocho, sos pobre. Entonces,
un niño en una villa nunca va a ser rubio. Hago esta aclaración por lo que les
voy a contar. Entonces, un nene, en una villa es morocho, de pelo muy negro,
muy duro… va a tener esas características físicas, casi siempre. El libro está
editado por una editorial chilena, y está ilustrado por una ilustradora que a
mí me encanta, pero que hace un Luchín muy clarito, muy rubiecito y muy limpio.
Entonces, las ilustraciones son hermosas, porque ella dibuja precioso, pero yo
no podía dejar de decir que no era Luchín, que ideológicamente estaba haciendo
una manipulación obscena de lo que es la niñez y la pobreza en Chile, en ese
tiempo, además. Estamos hablando de los setenta, cuando eran más pobres
todavía, porque ahora por lo menos se pueden comprar zapatos. Lo que estaba
haciendo era ideológicamente obsceno. Y lo tenía que decir. Me podría haber
callado, porque en realidad me encantan las ilustraciones; la ilustradora es
divina, pero no podés hacer esa manipulación tan hostil de la pobreza en Chile,
ponerla como “for export”. Y esas cosas, sí tenés que señalarlas. Hay cosas que
podés dejar pasar y otras que no. Por ejemplo, hay un libro de V&R que es
exactamente igual a otro libro de Kókinos. Pero exactamente igual. Tampoco
podés dejarlo pasar, hay cosas en las que entra en juego la ética. Y si uno se
va a dedicar a hacer reseña, podés tomar la decisión de reseñar solo los libros
que te gustan y solo hablar bien. Pero todo el resto de la gente a la que no le
reseñe el libro, va a entender que no la quiero romper. También puede pasar que
no tenga tiempo para escribir y hacer todas las reseñas que tengo que hacer.
Pero si yo recibo un libro en específico y prefiero no hacer una devolución, el
otro tiene que entender que yo estoy siendo amable. Pero hay cosas con las que
no puedo ser amable. Por ejemplo, señalar que Luchín no es un niñito limpito,
con zapatitos, en una casita donde todo está ordenado, porque es mentira. Es
mentira porque además es cuestión de poner en YouTube la canción de Luchín, te
das cuenta de a quién le estaba hablando Víctor Jara.
AT: Eso se da para
los dos lados, incluso. Cuando tocan intereses o ideologías, vos mismo pusiste
como ejemplo que esto sería lo mismo, pero visto desde el otro lado. El libro
de Silvia Schujer tuvo una crítica despiadada: así que no siempre son tan
perdonavidas, los críticos.
MM: En ese caso yo
señalaba algo que venía de afuera del campo. Era un periodista de derecha, que
consideraba que la literatura infantil
no podía tocar ciertos temas.
Asistente: Lo criticaron a
Pescetti por escribir sobre la caca…
MM: Exacto.
CMA: O Harold Bloom con
Harry Potter…
MM: ¿Harold Bloom habló
mal de Harry Potter?
CMA: Sí. Por eso Pescetti
escribió “Yo leí Harry Potter y me gustó”.
MM: ¿Hay temas que
todavía no entran?
CMA: Sí, un montón.
Casi no entran las muertes de las madres, los abandonos de los padres, pero
entraron…
MM: Bueno, Zona
Libre ha sido, como su nombre lo indica, una zona de libertad para ciertos
temas, para ciertos escritores, para ciertas cuestiones…
CMA: Sí. Igual, yo
creo que en un punto la sociedad se ha ido haciendo más conservadora con el
tiempo. Que un libro como Los ojos del
perro siberiano, no sé si hoy lo reeditarían así. Para mí, hay un neo
conservadorismo duro, que además tiene una matriz rarísima, porque dicen que es
la escuela, y la escuela dice que no. Entonces. ¿Dónde está? No en la escuela.
Porque la escuela recibe lo que vos editaste. Y además, ¿qué escuela? Es muy
raro. Hay como un revisionismo importante en la literatura.
MM: Yo tengo una
mirada más optimista. Creo que hay un cambio, un progreso.
CMA: Para mí, no.
Creo que la censura es uno de los temas más duros en este momento. El tema de
las princesas, de que no se pueden hacer cuentos de princesas…
MM: Pero eso pasa
mucho en los manuales. ¿En la literatura en general también?
CMA: Sí, también.
Pasa mucho. No es un buen tiempo para las princesas éste. (Risas).
MM: Te debía una
pregunta. Vamos a ver si la podemos meter. Hablando de realismo, y de crítica,
acá salió la cuestión del lenguaje inclusivo, que es una cuestión que podrá
aparecer en una novela tranquilamente. Así como se abordó la cuestión de los
géneros.
CMA: Las novelas que
escriben los pibes en Wattpad están casi todas en inclusivo. Yo soy súper
feminista, y para mí, el lenguaje inclusivo es una forma más de
invisibilización de las mujeres. Cuando yo voy a un lugar, y veo que en la
concurrencia hay solo dos hombres, listo: “Todas”. Acá, por ejemplo: todas.
MM: Somos
“nosotras”…
CMA: Sí.
AT: ¿Todos y todas?
MM: Esta es jugosa.
Ahora vamos con eso. ¿Vos creés que el lenguaje inclusivo invisibiliza a la
lucha feminista? ¿A la mujer? ¿Cómo es?
CMA: Tengo que entrar en cosas mucho más sutiles. El movimiento feminista es un movimiento. Como el peronismo. Entonces hay muchas formas de feminismo, y mucho se habla de la segunda, tercera y cuarta ola. En cada una de esas olas ha habido una ideología imperante, y una de las ideologías más fuertes que está funcionando en este momento en el feminismo es una idea de “lo no binario”. Y con esa idea de lo no binario, con la que yo estoy completamente de acuerdo y tiene todo el sentido del mundo, se esconde una forma nueva de discriminación (digo yo, y esta es mi posición personal), en la que una minoría del movimiento trans que también como el feminismo tiene muchas vertientes, les recomiendo leer a Marlene Wayar, que nos explica a las mujeres cómo tenemos que vestirnos, cómo tenemos que ser. Es muy complejo, porque ser mujer es muchas cosas, muchas formas. Entonces, las decisiones de escoger o no determinadas terminaciones, o el “todes”. No es gratuito, e implica embanderarse en un montón de ideologías que te posicionan. Todo es ideológico, siempre. Tomar las cosas a la ligera, sin pensar, sin ponerlas en tensión es algo que es complejo. Yo soy socialista, mi forma de pensar el feminismo piensa en la diferencia de clases además de la de género. Yo no soy mujer igual que Lagarde, por mucho que ella sea mujer. Porque tenemos una diferencia de clases, y eso marca una ruptura fundamental. Para mí, las pequeñas decisiones implican grandes decisiones políticas. Durante mucho tiempo, por ejemplo, yo no me metí en la lucha ecologista. Porque hace diez años atrás, embanderase en la lucha ecologista implicaba posicionarse políticamente atrás de Greenpeace. Mi forma de pensar la política y las decisiones, siempre tienen una forma de pensarme a mí misma como un sujeto político que piensa muchísimo cada uno de los movimientos que tiene que hacer para tomar cada una de las decisiones que van apareciendo. Yo no me pongo alegremente detrás de ninguna bandera. Ni siquiera del “todes”.
CMA: Tengo que entrar en cosas mucho más sutiles. El movimiento feminista es un movimiento. Como el peronismo. Entonces hay muchas formas de feminismo, y mucho se habla de la segunda, tercera y cuarta ola. En cada una de esas olas ha habido una ideología imperante, y una de las ideologías más fuertes que está funcionando en este momento en el feminismo es una idea de “lo no binario”. Y con esa idea de lo no binario, con la que yo estoy completamente de acuerdo y tiene todo el sentido del mundo, se esconde una forma nueva de discriminación (digo yo, y esta es mi posición personal), en la que una minoría del movimiento trans que también como el feminismo tiene muchas vertientes, les recomiendo leer a Marlene Wayar, que nos explica a las mujeres cómo tenemos que vestirnos, cómo tenemos que ser. Es muy complejo, porque ser mujer es muchas cosas, muchas formas. Entonces, las decisiones de escoger o no determinadas terminaciones, o el “todes”. No es gratuito, e implica embanderarse en un montón de ideologías que te posicionan. Todo es ideológico, siempre. Tomar las cosas a la ligera, sin pensar, sin ponerlas en tensión es algo que es complejo. Yo soy socialista, mi forma de pensar el feminismo piensa en la diferencia de clases además de la de género. Yo no soy mujer igual que Lagarde, por mucho que ella sea mujer. Porque tenemos una diferencia de clases, y eso marca una ruptura fundamental. Para mí, las pequeñas decisiones implican grandes decisiones políticas. Durante mucho tiempo, por ejemplo, yo no me metí en la lucha ecologista. Porque hace diez años atrás, embanderase en la lucha ecologista implicaba posicionarse políticamente atrás de Greenpeace. Mi forma de pensar la política y las decisiones, siempre tienen una forma de pensarme a mí misma como un sujeto político que piensa muchísimo cada uno de los movimientos que tiene que hacer para tomar cada una de las decisiones que van apareciendo. Yo no me pongo alegremente detrás de ninguna bandera. Ni siquiera del “todes”.
MM: ¿Ni del “todas y todos”?
CMA: No. Si me
pusiera en este momento detrás de una feminista que creo me representa casi en
la totalidad es de Rita Segato. No creo que detrás de nadie más.
MM: ¿Y Rita Segato
cómo habla?
CMA: Rita Segato es
una socióloga increíble, que tiene un libro increíble que se llama Contrapedagogías
de la crueldad. Creo que es uno de los libros más interesantes que leí en
mi vida. Rita dice, por ejemplo, que todas las veces que nosotras vemos un
femicidio, es una forma de anestesiarnos para que cuando sigan ocurriendo,
nosotros lo veamos como algo banal. Y no como algo extraordinario. Que estemos
cada vez más anestesiados. Entonces, el mundo se vuelve cada vez más cruel,
para anestesiarnos de la barbarie. Y nuestra tarea fundamental es optar por la
sutileza, por la dulzura, para oponernos a la crueldad. La amabilidad, lo social,
el socialismo, el compañerismo, el compartir con otro. Porque a lo que está
tendiendo el capitalismo es a la crueldad, y a hacernos como una costra, para
que las cosas terribles que pasan no nos duelan. Que alguien esté muerto ahí, y
que vos pases y lo corras con el pie. Y además, Rita tiene una cosa
maravillosa, que es que está en contra del feminismo punitivista. Ella está muy
en contra de lo del escrache y todo eso. Dice que no sirve para nada, y que
muchas veces hay cosas ocultas atrás, que hay que ir con mucho cuidado y
tranquilidad. Que hay casos en los que está perfecto, y casos en los que hay
que ir tranqui.
Asistente: ¿Cómo se llama
el libro?
CMA: El libro se
llama Contrapedagogías de la crueldad. Y tiene otro…
Asistente: El de los
colonialismos…
CMA: El de los
colonialismos es mucho más específico. Tiene otro que se llama La guerra
contra las mujeres. Cada uno de los libros que tiene es increíble.
Ese es un librazo. Cualquier cosa que busquen en YouTube para escucharla… la
verdad que Rita es increíble. Porque además, unas de las cosas interesantes que
tiene es que habla siempre desde lo Latinoamericano. Ella dice que nosotros
estamos del lado de acá, que no podemos estar comiéndonos el feminismo que nos
traen desde Estados Unidos, en donde están teniendo otras discusiones a las que
nosotros no nos acercamos porque vivimos en el tercer mundo. Acá todavía
estamos pensando en cómo salir de la emergencia alimentaria. Hay que poner eso
en perspectiva. Es súper interesante.
MM: Vos fuiste a
Chile, con Matilde…
CMA: Ahora voy a
Chile. Con Matilde y con Nunca Jamás.
MM: Ya habías ido,
¿o no?
CMA: Sí. Pero cuando
fui fue como algo más livianito. Ahora voy a presentar los dos.
MM: Fuiste a Perú,
también. Y éste tema específico del lenguaje, para la inclusión en la
literatura…
CMA: Fuera de la
Argentina, en general, los chicos leen en todos los españoles. No tienen esta
cosa de que “no está en rioplatense”. Igual, Matilde yo lo escribí en mi
chileno, que es una mentira, porque es un chileno de los ochenta, entonces no
existe, es como un chileno perdido. Entonces, cuando lo sacaron acá, decidimos
que la voz del narrador fuera en un argentino bastante neutro, igual, y que la
nena hablara en chileno. Y cuando fue a Chile, no le cambiamos nada, pero yo
tenía muchas ganas de que fuera en chileno chileno. Y entonces lo revisamos.
MM: ¿Lo cambiaron?
CMA: Sí.
MM: ¿Y está
circulando en Chile?
CMA: Está circulando.
Hay muy poca literatura sobre la dictadura en Chile. La dictadura sigue viva,
seguimos con la Constitución de Pinochet, si ustedes buscan en Twitter, la
gente dice abiertamente que es seguidora de Pinochet. Hay gente que se junta en
los bares a celebrar el 11 de setiembre, es un país complejo.
MM: Cuando viniste,
¿ya conocías la literatura infantil y juvenil argentina?
CMA: Conocía muy
poco. Cuando vine, no había leído mucha literatura argentina de ninguna.
Excepto a Cortázar.
MM: ¿Y leías
literatura infantil y juvenil de Chile o de otros países?
CMA: Sí. Leía desde
que era chica…
MM: Entonces ya te
interesaba la literatura infantil y juvenil antes de llegar acá…
CMA: Sí.
MM: ¿Y por qué te
interesó?
CMA: La razón
fundamental al principio, fue porque era con lo que ganaba plata. Trabajaba en
una librería, y el dueño me pidió que nos especializáramos. Y nos
especializamos en Fantasy, y en literatura infantil, en el año ’97. Entonces
ahí empecé a leer y leer, porque es lo que uno tiene que hacer cuando es
librero. Cuando terminé de trabajar en esa librería, ya me había leído bastante
de literatura infantil y juvenil argentina. Tengo algunos problemitas, porque
todos esos libros que para la gente de acá son fundamentales, a mí en general
no me gustan, porque los leí de vieja. Me parecen ñoños…
MM: O sea que estás
más apegada a los últimos exponentes de la literatura infantil y juvenil…
CMA: Sí. Yo leo mucha
literatura infantil traducida. Me encanta la literatura infantil inglesa; los
ingleses son muy potentes. La literatura infantil española es bastante más ñoña
que la de acá, bastante, bastante, bastante. La alemana es increíble; las
tendencias en la literatura infantil de afuera son más o menos las mismas que
acá. Están buscando las mismas cosas. Mucho tema de género; pero leo todo el
tiempo, y hay autores de acá que me parecen increíbles.
Asistente: Un tal Mario
Méndez. ¿Lo conocés?
CMA: Escribe bastante
bien ese chico, sí. Muy jovencito… (Risas).
Asistente: ¿Y qué leías
vos?
CMA: Nöstlinger.
MM: ¿Y chilenos?
CMA: No muchos.
Papelucho, que es muy gracioso. Es muy ñoña. (Risas). Había uno que me
encantó, y creo que desde ahí aprendí a lloriquear, que se llama El niño que
enloqueció de amor, que era para llorar a los gritos. Un pibe enamorado de
una chica grande. Terrible. Cuando era chica leía muchísimos mitos y leyendas.
Yo soy muy miedosa, y cuando era chica no había tele. O había tele durante tres
horas. Entonces mi mamá tenía siempre prendida la radio; y había muchos
programas de radioteatro. Y había uno en Chile que me encantaba, que se llamaba
Lo que cuenta el viento. Era un programa de cuentos de terror en
radioteatro. Leyendas urbanas, en general. Terrible. (Risas). Pero aparte lo
hacían a las ocho de la noche. Nosotros nos acostábamos muy temprano, entonces
mi mamá lo ponía, y se escuchaba el ruido de la puerta, y se escuchaban los
cuervos, era de terror.
MM: Ahora cambiamos
de literatura. Me contó un pajarito que también escribís para adultos.
CMA: Es decir mucho.
Acabo de terminar, por primera vez, una novela para adultos. Es muy corta; es
una nouvelle, muy terrible…
MM: ¿Querés
contarnos algo?
Asistente: ¿Realista o de
terror?
CMA: Realista. Es
sobre un grupo de pibes en mil novecientos ochenta y pico en Chile. Me gustó
mucho escribirla, no hay manera de que la publique nadie, porque es muy
terrible, pero estoy muy contenta.
MM: Eso no importa,
¿no? Hay un momento en el que eso no importa…
CMA: No, ya no me
importa. Estuve en la tensión. Porque me enfrenté a que si seguía por ahí
estaba condenada a morir en mi cajón. Mah sí…
MM: Hay editoriales
pequeñas y de vanguardia que por ahí…
CMA: Es recontra mil
específico. Años ochenta, secundario… Tendría que ir a cautivar a algún editor
en Chile, pero yo la terminé, y decir eso también es una mentira terrible,
porque es un primer final…
AT: SI querés te
puedo conectar con un editor. Amauta se llama… (Risas).
CMA: Sería tu primer
título para adultos…
MM: Habría que ver,
habría que ver.
CMA: Yo estoy muy
contenta, me gusta mucho lo que quedó. Pero es una novela que además va a
exigirle mucho al lector; estás todo el tiempo teniendo que ver quién está
hablando, y eso está bueno.
MM: ¿También en el
taller con Julián López?
CMA: Sí.
MM: ¿Leyeron Una
muchacha muy bella?
Asistentes: Sí.
CMA: Tienen que leer La
ilusión de los mamíferos. Juli tiene una cosa con el lenguaje que es muy
hermosa, muy poética; hace mucho que no leía una novela en la que vas como
comiendo palabras. Ahí hay un gran tema de lo que pasa en la literatura
infantil cuando terminás. O qué me pasó con la novela de Julián, La ilusión
de los mamíferos. Me daba cuenta de cuánto vamos limpiando el lenguaje de
palabras complejas, para poder hacerlo más escolar. Y eso sí me tiene súper
preocupada. Porque lo que tiene la novela de Julián, mas allá de que está muy
bien escrita, es densidad en la palabra; hay ilusión en la palabra, apuesta a
la palabra como si fuera una cosa. Y nosotros, cuando escribimos para pibes,
vamos como despojando y alivianando el lenguaje, para que no sea tan denso, tan
pesado, para que sea más comprensible. Eso es más preocupante que cualquier
otra cosa.
Asistente: La ilusión de
los mamíferos lo leí tres veces. Pero justamente, porque quería atrapar las
frases, no quería perderlas. Igual se me perdieron. Es muy impresionante.
CMA: Pero porque
tiene esta cosa de que es muy denso en la palabra.
Asistente: Ahora que vos lo
decís, me pregunto si la belleza de ese libro, no es la manera en la que él
describe sentimientos, que son algo muy difícil de describir…
CMA: Sí, totalmente.
Asistente: Y cuando pienso
en los libros de literatura infantil, cuánto están limpios de eso… Y por qué…
CMA: Sí. Porque
nosotros tenemos miles de prejuicios con respecto a los pibes. Que no
entienden, que no leen, que mirá si le pongo esta palabra y después tiene que
buscarla en el diccionario. Y yo tengo recuerdos de haber leído cuando era
chica (y les deba pasar lo mismo a ustedes) libros de grandes, porque no había
libros para adolescentes. Lo que entendías, lo entendías. Y lo que no, te
“embromabas”. A llorar a la iglesia. Y leíamos Rayuela, que es denso. Lo
que nos pasa en la literatura para pibes es que confiamos muy poco en que los
chicos tienen capacidad, entonces se va volviendo cada vez más superficial.
Cada vez más soso.
MM: A veces pasa que
hay problemas con los editores. Parecieran no confiar justamente en la
capacidad del lector niño/joven de reponer lo que no está. Hay que explicarles,
porque te dicen que no lo van a entender. ¿Qué hacés vos en esos casos?
CMA: Depende. En general, mando a la mierda. (Risas). Con amor, claro. Porque mi lector ideal es un pibe o una piba que puede con todo. En general entienden todo. Y lo que no entienden, te juro que lo van a googlear. Si les interesa. Si no, van a tirar el libro a la mierda. Y está perfecto. Pero hay que tenerles confianza. Por otro lado, si vos leés lo que escriben en Wattpad, te querés suicidar con una galletita…
MM: ¿Muy malo? Nunca
hice la experiencia.
CMA: Hacelo. A mí me
sirve mucho para monitorear cosas que se me escapan. Hay algo en el ritmo, en
la velocidad con la que viven, a la que nosotros no estamos acostumbrados. Hay
una película que pasó por la cartelera sin pena ni gloria que es una versión
del Rey Arturo. Y está filmada de acuerdo a cómo el director cree que los pibes
piensan. Creo que es de Cameron. Tiene una velocidad y una forma de llevar la
cámara, que me daba cuenta de que eso es lo que hace John Green. Ese es el
yeite que tiene. Todo el tiempo está pasando algo, todo el tiempo está tirando
información. Y nuestras novelas tienen otra temporalidad. Yo creo que hay que
empezar a entrenarse.
MM: Bueno, abro para
las preguntas del amable público.
Asistente: ¿Autores
argentinos que no te parezcan ñoños?
CMA: Hay un montón
que no me parecen ñoños…
Asistente: Tres…
CMA: Te puedo nombrar
diez, si querés. Eduardo Abel Gimenez, increíble. Florencia Gattari, Meli
Pogorelsky, Laura Ávila, acá presente, que tiene libros impresionantes y muy
bellos. Además, el tiempo cinematográfico, es el tiempo de los pibes. Tenemos
que convencerla de que escriba alguna realista, a ver si johngreenea. (Risas).
Hay un libro de Laura Escudero, que me gustó mucho. Martín Blasco es un genio.
Andrea Ferrari es otra genia…
MM: Van ocho. Yo
creo que está bien.
CMA: Igual, no tengo
mucha memoria, les tengo que avisar. Obviamente me estoy olvidando de la mitad
de los amigos, y cuando salga esto me van a querer matar.
MM: Lo corregimos.
Anotamos veinte. ¿Para qué está la edición?
CMA: Hay gente
haciendo cosas súper interesantes, respetuosa de la infancia.
Asistente: Cuando
seleccionás y ves lo que les gusta a los chicos, ¿ves que hay coincidencia?
CMA: Depende. Pero
cuando seleccionás para la escuela, no estás pensando en el lector alumno.
Estás pensando también en las cosas que vos tenés que dar para leer. Hay cosas
que yo quiero que las hayan pasado, que las hayan visto, más allá de que te
gusten o no. Porque estamos hablando de escuelas públicas y de bibliotecas
escolares. No de la biblioteca del niño. Entonces, hay cosas que tienen que estar
a disposición. Son cosas que forman parte de la cultura, más allá de que les
gusten o no, y que deberían estar a disposición de todos. Si yo comprara solo
los libros que les gustan a los pibes, en primaria solo tendría que comprar
libros de dinosaurios, cómics, terror y punto. Tenemos que pensar en ampliar un
poquito eso.
Asistente: ¿Eso es todo lo
que les gusta, o es porque no les damos más?
CMA: Yo creo que
tiene que ver mucho con lo que les gusta, con lo que les pasa, con un lenguaje
al que están habituados. Todo lo que tenga muchas imágenes es algo que los
chicos manejan súper bien. No necesitan un mediador, por lo general. Pueden
decodificarlo solos. También entiendo que a los adultos se les hace muy difícil
soltar, dejar de decidir. Las bibliotecas escolares tendrían que tener un poco
de todo para que cada uno vaya a buscar lo que le guste. Hay unas indicaciones
acerca de cómo tendría que estar organizada una biblioteca escolar para que
pudieran encontrar lo que le gusta. Tendría que haber biografías, narrativa
histórica, guiones, teatro… Porque hay lectores niños, igual que hay lectores
adultos, que no te agarran un libro de literatura ni a patadas. Sin embargo,
las bibliotecas escolares están llenas de literatura, como si todos leyeran
solo literatura.
Asistente: En la biblioteca
popular, gustan mucho los libros de Iamiqué, por ejemplo.
CMA: Sí, porque los
chicos son súper inteligentes y una de las cosas que saben es que cuando van a
una biblioteca tienen poco tiempo. Entonces necesitan “libros para pescar”. Si
voy a una biblioteca en la que voy a tener dos horas, no me puedo poner a leer
una novela donde yo tengo que sumergirme. Por eso las bibliotecas se llevan
mucho los informativos, porque son libros en los que puedo ir pispeando y ver dónde
están mis compañeros. Los lectores son capaces de saber qué libro pueden usar y
en qué momento.
Asistente: ¿Vos formas
parte del grupo que hizo los Desafíos?
CMA: No, esa es la
gente de primaria; yo soy del Plan de Lectura.
Asistente: Hace unos años
se les regalaban tres libros a los chicos; fue una lástima que se sacara.
CMA: También dirigí
eso. Igual, mi yo del presente le dice a mi yo del pasado, que cómo se gastó
esa plata en libros para los pibes cuando podría haberlos mandado a la
biblioteca.
Asistente: Sí, pero estaba
bien que los chicos tuvieran libros.
CMA: Tenía un
sustento, que lo había pensado el entonces ministro Narodowski. Pero yo cambié
tanto desde ese momento hasta ahora, que te puedo decir que eso puede lograrse
con un libro en una biblioteca. Porque hay que pasar de la mirada de lo propio
y personal a la mirada de lo colectivo. Las bibliotecas son “generadoras de
colectivo”. Son lugares de encuentro. Por eso iban siempre de la manito con el
anarquismo. Hay que volver a pensar así, hay que volver a las bibliotecas.
Asistente: Lo que pasa es
que también era una posibilidad de que los chicos leyeran. Las bibliotecas
escolares tienen sus pros y sus contras. Por eso a veces está bien lo de los
Desafíos, me parece…
CMA: Vamos a trabajar
en eso, muy fuerte. El poder de lo colectivo. A mí no me molesta para nada
obligar a leer… La escuela también está para eso. Uno tiene que formar lectores
que quieran leer, que lean, que tengan tiempo para leer, pero que también
tengan que leer. Porque eventualmente, en la vida normal del mundo exterior de
la escuela, también vas a tener que leer, sí o sí. Cuando estés en la
universidad, cuando tengas que presentar un informe porque sos docente, o
porque sos técnico. Tenés que leer, sí o sí. Te guste, no te guste. El
progresismo es muy raro, hay como un movimiento muy raro cuando tenés que
obligar al otro a hacer algo. Los pibes te tienen que mandar la ubicación
cuando salen desde la casa porque los pueden secuestrar. ¿Les gusta? ¿Es
antidemocrático? Me la mandás igual. Acá es lo mismo. Tenés que leer este
libro, porque yo te voy a evaluar. Punto. Tampoco hay que darle tanta vuelta.
La libertad se puede tener con otro tipo de textos. Es raro obligar a alguien a
leer literatura, pero hay cosas que tienen que leer, sí o sí.
MM: Y que si no
existe esa obligatoriedad, no van a leer…
CMA: Y si no leen no
van a poder ser ciudadanos completos. No podemos seguir generando analfabetos
funcionales porque no tenemos el coraje de decirles que tienen que leer “esto”.
Porque si no leés esto, cuando te pasen un contrato laboral no vas a poder
decodificarlo. Tenés que leer esto, te guste o no te guste. Es un garrón, te
odian con toda el alma. Es como tener críos.
Asistente: A la larga lo
agradecen…
CMA: También pueden
no agradecerlo. Lo tenés que hacer igual. Ese es el punto.
MM: Está buenísimo.
Yo creo que se merece un aplauso.
APLAUSO FINAL.
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