Carola Martínez Arroyo: “Mis dos novelas tratan de lo mismo, lo que a mí me convoca, que es la infancia, y el abandono y la soledad en la infancia”


En esta primera parte de la muy interesante charla que tuvimos con Carola Martínez Arroyo, para cerrar el ciclo sobre Realismo en la LIJ, hablamos un poco de todo: de realismo, por supuesto, pero también de los géneros como posibilidad de encuadre, de Christine Nöstlinger como una pionera, de la idea de ficción enfrentada a la realidad, de la cuestión de los “temas”, de por qué es tan difícil hablar en nuestra literatura de cosas que ocurren todos los días. Hablamos de tantas cosas que ya tenemos ganas de que venga la segunda parte.


Mario Méndez: Buenas tardes. Vamos a hacer la presentación oficial. Carola, bienvenida. Esta gente que nos acompaña viene todos los lunes, o casi todos, desde hace bastante muchos de ellos. Estuvieron escribiendo reseñas y van a escribir literatura, cuentos o relatos con el eje puesto en el género del realismo. Así que primero te presento coloquialmente. Carola Martínez Arroyo, como ustedes saben es una escritora chilena, que vive en la argentina hace veintidós años, que escribe literatura que trasciende absolutamente la cuestión de la frontera, y que además es especialista en literatura infantil y juvenil, al punto que hoy coordina el Plan de Lectura del Ministerio de Educación del Ministerio de la Ciudad de Buenos Aires. Y es librera. Tiene una librería que se llama Donde viven los libros, que no solo es virtual, también es física, está en Caballito y les recomiendo que la visiten cuando quieran buena literatura. Las dos novelas que ha publicado, Nunca jamás (es la última) y Matilde, entrarían creo que perfectamente en lo que hemos hablado que es el realismo. ¿Vos que creés, Carola? Son dos novelas realistas…



Carola Martínez Arroyo: Sí, veníamos un poco charlando de eso. Mi primera tensión es pensar el realismo como un género. Y de ahí en adelante, me inscribo en una corriente que puede ser considerada realista, en el sentido de que nada es real una vez que está en un papel, o es una forma de ficcionar algo que supuestamente ocurre con todas las normas y las leyes del mundo físico en el que vivimos, pero que en el fondo son todas ficciones. Cuando pienso en qué tipo de novelas son, me gustaría pensarlas como parte de una corriente que empezó hace muchos años en Europa, como una contraposición a las novelas más fantásticas. Y que una de las principales exponentes y creo que la más increíble es Christine Nöstlinger, y todas sus novelas, muchas de las cuales circulan por acá, como Mi amigo Luki Live



MM: Creo que esa es la que más circula…



CMA: Sí; son novelas realistas, pero el término “realista” es un término que siempre hay que poner en tensión.



MM: Sí; lo hablábamos hace un rato en la previa, produce cierto conflicto, sobre todo con los lectores niños. Con los grandes, obviamente, también, pero con los lectores niños, cuando visitamos escuelas, se produce esta duda. “¿Esto es real?” Como si cuando algo es real tuviera más valor. Preguntan si algo es verídico, si pasó, si uno es tal personaje cuando escribís en primera persona. Complica a los jóvenes lectores.



CMA: En algún punto es como que se perdió la idea de ficción; se perdió una frontera de cuando está hablando un narrador y cuando está hablando uno mismo. Yo creo que un poco tienen que ver con eso las redes sociales. Las redes sociales también son una forma de ficción. Todo lo que uno pone ahí es mentira. Es extraordinario que la gente crea que uno pone cosas que son reales. En el sentido de que puede estar pasando eso que yo estoy diciendo, pero en el momento en el que lo exteriorizo y lo pongo de una manera, lo estoy haciendo desde un solo punto de vista. Entonces ya no es la realidad, en la que hay múltiples formas de ver las cosas. No existe eso que yo estoy poniendo ahí como parte de la realidad. Pierde la dialéctica cuando yo la pongo en el papel. ¿Se entiende?



MM: Sí, queda como sellado.



CMA: Pierde como la tridimensionalidad. Se vuelve plano.



Asistente: Por ahí tiene que ver con el concepto del origen, la naturaleza…



CMA: Totalmente. También tiene que ver con que en algún momento fuimos dejando de lado todo lo que tiene que ver con pensar la realidad con las múltiples formas de verla. Fuimos dejando de lado el pensar todo con la profundidad que tiene. Hace un rato estábamos hablando de Greta Thunberg. La conocen… tiene quince años, es una activista adolescente, y es una piba que, solita su alma, hace un año empezó a pelear, hizo una huelga ella sola frente al parlamento en Noruega, contra el cambio climático, diciéndole a todos los líderes de Suecia y después del mundo, que el mundo va a morir si nosotros no hacemos un cambio drástico en este momento. Cuando ella decide hacer eso, empieza a formar parte de una épica. Y entonces, todo lo que ella haga después, si bien es real, forma parte como de un relato, de una narrativa que empieza a crear una heroína. Cuando nosotros vivimos en un mundo en el que la realidad se transforma en algo tan plano, también podemos pensar que mi papá se murió, como en Matilde, o que yo me morí, como en Nunca jamás… Todavía no. Todavía no me morí. (Risas). Igual, como yo pongo muy en tensión el tema no realista, no sabría si son novelas realistas o no. No ocurre nada fantástico…



MM: Claro. Y yendo a la parte de las cosas que siempre entran en tensión y son conflictivas, hay temas. A veces, muchos especialistas ponen en cuestión. Una novela de tema: hablás de la dictadura, o hablás de la muerte de un familiar muy cercano, en este caso, una madre. Me parece que eso está fuertemente relacionado con la cuestión realista. ¿Vos qué pensás de la cuestión de los temas? ¿Están mal? ¿Por qué? Si es que están mal…



CMA: Yo pensaba una cosa… He tenido la suerte, en los últimos cinco años, de dedicarme fuertemente a trabajar en capacitación docente. Trabajo mucho con docentes y trabajo físicamente mucho yo en la escuela. Y entonces todas las cosas que yo tenía de la universidad se fueron transformando. La escuela fue lo que me produjo el cimbronazo más importante, porque me di cuenta de que muchas de las cosas que yo buscaba y pensaba que eran así estáticamente, no tenían la parte dialéctica de haberlas puesto en lo real, en la escuela realmente. Primero escribí una novela donde uno de los orígenes es que una mamá se muere, y una novela en la que hay un papá desaparecido. Pero para mí, las dos novelas tratan de lo mismo, que es el tema que a mí me convoca, que es la infancia, y el abandono y la soledad en la infancia. Mi propia idea de que la infancia es un momento terrible, es un momento de mucha soledad, de mucho abandono, de mucha incertidumbre y de mucha vida salvaje. Ir ocho horas por día, con otros cuarenta salvajes, que con mucha suerte cinco te caen bien, y encima tenés ocho años y es un momento de mucha vulnerabilidad. Eso es lo que a mí me convoca; no si se muere la mamá, o si el papá está desaparecido. Pensar y hablar en la lucha diaria de todos los niños que a diario salen de su casa, rumbo a la escuela. Eso es lo que realmente a mí me mueve.  De eso es de lo que estoy todo el tiempo hablando. Soy como una especie de “feminazi de la infancia”. Y los temas… Hay un libro muy muy horrendo que se llama El monstruo de los colores. Partamos de que es muy horrendo. Es de una chica española, es un libro español, se vende a patadas. Nosotros en la librería no lo tenemos para vender, pero sé que se vende porque todo el tiempo me lo están pidiendo. Antes hubiera hecho un post diciendo que el libro es horrendo. Pero lo que me pasó con ese libro, fue que empecé a preguntarme por qué lo necesitan tanto. En vez de decir que es horrendo y explicar por qué (porque lo abrís y te das cuenta de que es horrendo), empecé a preguntarme por qué lo necesitan tanto las docentes; qué está pasando en la escuela, que una docente necesita un libro para decirle a un crío lo que es la rabia, que está enojado, que está feliz. Qué pasa en la escuela que necesito un manual de instrucciones para decirle a un niño cuál es el sentimiento que está teniendo en ese momento. ¿Cuál es el estado de abandono de una sociedad para que un niño de cinco años no tenga alguien al lado que le diga que lo que tiene se llama miedo? Eso es lo que está pasando con ese libro horrendo, y por eso en la sociedad hay una necesidad que hace que se compre mucho. Entonces, para mí los temas pasan por ese lado. Qué pasa en una sociedad que tenemos que hablar como de un tema difícil, la muerte. Si todos nos vamos a morir… ¿Qué pasa en una sociedad en la que es difícil hablar de violaciones, si una mujer es violada cada una hora? ¿Qué pasa, que las cosas que son reales y ocurren cotidianamente se transforman en temas difíciles? Me gustaría más hablar de por qué eso es difícil para nosotros, y no hablar de que el tema no es el tema, que ya hay un montón de especialistas, que seguramente se los van a explicar mejor. Para mí, de lo que habla el tema, es de la necesidad de una sociedad de hablar de algo que debería ser pensado desde otro lugar.



MM: Hay un progreso enorme en la literatura infantil, acerca de hablar de cosas de las que la sociedad necesita hablar. En este sentido: en el año ochenta y pico, no me acuerdo exactamente cuándo, Silvia Schujer publica Historia de un primer fin de semana. La reacción en algunos diarios, que en general a la literatura infantil le dan cero pelota, fue tremenda. “Cómo es posible que esta escritora se ponga a hablar de divorcio”, en el año ’89, o por ahí. Mis viejos se separaron en el ’75… La idea era que se iba a terminar hablando no sé de qué otras barbaridades. 



CMA: Y lo hicimos.



MM: Claro. Por eso yo creo que hay un enorme progreso.



CMA: Pero eso habla también de nuestro provincialismo. Historia del primer fin de semana es del año ’89; Nöstlinger estaba hablando exactamente de los mismos temas en el año ’74, de una manera mucho más liviana. Una de las cosas maravillosas que tiene Nöstlinger (sueño con que en algún momento me salga así), es que en sus libros habla de todo. Hay un poquito de feminismo, tres cuartos de migración… es un poquito de todo. Porque ella está hablando de la vida, de lo que ocurre en la cotidianeidad, en la vida de una familia. Por ejemplo, en Mi amigo Luki Live, un libro que es del ’78 o ’79, las madres del barrio donde vive Luki Live se organizan, porque como no tiene tiempo porque trabajan todas fuera de la casa, se organizan para cuidar a los críos, entonces hay una que los va a buscar, otra que les da de comer, otra que los cuida hasta que todas salen del laburo… Es una organización colectiva de mujeres que está ocurriendo en Viena en el año setenta y pico.  Yo también te puedo decir que ese libro es feminista, pero también habla de muchas otras cosas, y eso pasa como una cosa más. En otro libro que se llama Una historia familiar, que son libros de la colección de Salvat de los ochenta, que los vendían en los kioscos, Gretchen, que es la protagonista, garcha. Con absoluta liviandad. Y los nenes, en los ochenta, mientras otros se horrorizaban por Historia del primer fin de semana, estaban leyendo eso, porque lo vendían tranquilamente en los kioscos. Lo que pasa es que nadie se iba a preocupar por ir a leer esos libros que estaban en el kiosco, pero sí se ve, porque lo está sacando una editorial para la escuela. Porque el punto no es la temática, sino que ese libro estaba pensado para la escuela.




Asistente: Perdón… para mí, ese es el problema. Por qué los libros tienen que estar “pensados para”.



CMA: Hay un montón de cosas, y eso uno también lo tiene que poner en perspectiva. Un libro en la escuela, puede llegar a ser una bomba de tiempo para un montón de gente. Todo el que esté en un whatsapp de padres, sabe que estamos rodeados de gente muy especial. No es gratuito que la gente se cuide…



Asistente: La cuestión es que una mamá (porque en general no son todas), agarra el libro, lo empieza a mirar y ahí estalla la bomba.



CMA: Puede estallar la bomba por cualquier cosa. Yo tengo amigas escritoras feministas militantes, que han tenido tremendos problemas porque alguien extrajo un pedacito de un pedacito, de un pedacito de un poema y lo malversó, lo sacó de contexto y la escrachó en público en una red social. Entonces, de vuelta, estamos rodeados de gente especial, en un momento especial, en el que la presión de lo políticamente correcto, pone muy compleja la escritura.



Débora Pert: Esto que decías de las emociones, a mí, como narradora empezó a pasarme hace unos pocos años. De que una directora de un Jardín de Infantes me pidiera que fuera a contar cuentos sobre las emociones. Yo me quedé dura, y le contesté que le había presentado todo un programa, no sobre las emociones, más vasto.



CMA: Sí, pero lo interesante es que alguien necesite hablar de emociones en específico. Más allá de si a uno le parece un atraso o le parece que no es literario, más allá de un montón de cosas, está hablando de una necesidad. Y lo que tenemos que hacer no es atacarla, sino ver por qué está ocurriendo. Eso es lo interesante. Qué pasa, que un crío no sabe la diferencia entre rabia, ira, enojo, furia. Qué pasa, que nadie le explicó que es como un motor que se va encendiendo de a poco y que uno puede aprender a calmarse antes de que estalle… Porque aprenden solos. Esa es la realidad. En la infancia, los niños están aprendiendo todo solos. Las maestras de primerito te dicen que los pibes antes llegaban sabiendo tomar el lápiz y con siete cuentos encima. Ahora vienen sin saber tomar el lápiz, y sin ningún cuento. Entonces, partíamos de diez y ahora partimos de menos veintiséis. Entonces hay que pensar cómo ponernos a la altura, o hacer que todos los pibes caminen para llegar al lugar donde empezábamos antes…



MM: Sí. Ahí es donde a mí me hace un poquito de ruido la crítica, que escucho mucho, a la escuela en relación con la literatura, que es lo que estamos charlando acá. A mí me parece que, justamente es la escuela la que tomó el lugar de la divulgación de los libros. Con todos sus problemas, con el grupo de whatsapp de los padres que jode, o la explosión por un tema…



CMA: Es que además, LA escuela, no existe. Existen un montón de tipos de escuelas, en un montón de tipos de barrios, con un montón de tipos de gente. No hay UNA escuela. Una cosa que hemos aprendido, es que no existe LA infancia, ni LAS mujeres, ni LA escuela. Son un montón de formas, de un montón de gente completamente distinta. Lo otro, es que la gente que habla y ataca a la escuela, nunca pisó una escuela, nunca tuvo que ir a un baño y llevarse el papel higiénico en el bolsillo. Nunca. Entonces es muy fácil hablar y decir “las docentes no sé qué”.



MM: A mí, lo que me preocupa como docente, escritor y editor, y sí pisé todas las escuelas, es esa suerte de hipocresía (no sé cómo lo ves vos), de LAS escuelas, el montón de escuelas de todo el país donde circulan los libros, porque si no, no circularían, y son criticadas todo el tiempo. Como que se hizo ese libro para la escuela… Y sí, se hizo para la escuela, porque si no, no vende. Si no, el libro no circula. Eso es lo que pasa.



CMA: Además hay una cosa: hace unos días estuvo Graciela Montes en un congreso. Y decía que ella escribía un montón a pedido. Y que una de las mejores cosas que le habían salido, eran a pedido. Hay que poner en tensión todas las cosas que de dan de por sí. Cuando a mí me preguntan por qué escribo, contesto que lo hago porque me pongo en el lugar de un artista. Porque considero que la literatura es una forma de arte. Ahora, los artistas también tienen que comer, y hay gente que tiene como una maravilla intrínseca, acá tengo una frente a mí, porque está Florencia Esses… A Flor yo puedo pedirle cualquier cosa (porque además, edito), puedo pedirle un cuento de cualquier cosa, en cualquier momento, para mañana a la mañana, y me hace un cuento precioso, lleno de magia, y me lo entrega. ¿Puedo decir que eso que está ocurriendo ahí es “solo suerte”? De ninguna manera podría es una escritora que sabe hacer su trabajo y sabe escribir literatura a partir del pedido que hace la editora.



DP: Me expresé mal. No es que yo critico que haya una literatura que sea específica para la escuela. Es más, anoche agarré un libro de teatro de Patricia Suárez, lo saqué de la biblioteca donde estoy, con el sellito de la CONABIP. Y me acordaba de esos tiempos pretéritos, en que dos o tres veces en el año, recibíamos tres o cuatro cajas de libros de CONABIP, y nos abalanzábamos como un nene sobre la torta de chocolate, a ver qué venía. Y la verdad, lo extrañamos. Lo mismo pasa con las escuelas. Lo que yo a veces veo en las escuelas, cuando voy a narrar, es que hay docentes (no todas), que tienen el libro que les llevó la promotora y nada más. Que no se abren. Eso es lo que critico.



CMA: Sí, todas esas cosas son criticables, todas esas cosas ocurren cotidianamente. Existen un montón de libros que los niños leen en la escuela, que nunca los leyó nadie. Porque el promotor no los lee, en realidad lo que ocurre es que alguien va y le cuenta al promotor de qué trata el libro. El promotor va a la escuela, la docente no lo lee, el libro llega al niño y no lo leyó nadie. Ocurre. Ocurre pocas veces porque en general las docentes revisan mucho el material que van a poner, porque, de vuelta, existen los grupos de whatsapp de los padres, entonces todo el mundo se cuida mucho. Es muy extraordinario que pase esto, pero puede pasar. Ahora, si ese libro que no leyó nadie le llega a un nene, y el nene a partir de ese libro se vuelve lector, ya está. No importa cómo llegó. Y en general, los libros que entran a las escuelas, no son malos libros. Capaz hay algunos que tienen más o menos calidad literaria… La calidad literaria, además, es súper subjetiva. A mí hay libros que me parecen maravillosos que a otra gente le parecen un plomo. Acá hay que poner un montón de cosas en tensión; hay que poner en tensión el tema de qué es la lectura, si los docentes leen o no, qué ocurre en la escuela con la lectura, para qué queremos que lean, qué queremos que ocurra… Hay un montón de cosas que nosotros dábamos por hechas que hay que empezar a pensar. Lo que sí sabemos es que una escuela sin libros es un problema, que los niños y los libros tienen que estar siempre en ambientes más o menos cercanos, para que ocurran cosas buenas, y que los espacios colectivos, como las bibliotecas públicas, las bibliotecas escolares, las bibliotecas populares, son los lugares donde la gente, cuando además hay crisis, se refugia. Todas esas cosas ya las sabemos, todos los que están acá tienen una necesidad de trabajar por y para la lectura. Más allá de si el libro es bueno o malo, o si les gusta el realismo o prefieren la poesía, eso es lo que hay que motorizar. Los pibes leen un montón de cosas distintas, yo también cambié mucho la idea de qué se lee, por qué y para qué se lee. Cambié muchísimo mi propia forma de leer. Yo creo que lo mejor que me pasó fue ir tanto a la escuela y trabajar tan fuerte con docentes. Porque me permitió entender que las cosas tienen que ser un poco más laxas. Y que en un punto, yo sigo siendo igual de exquisita con mis gustos acerca de qué está bueno y qué no, y eso me sirve mucho cuando tengo que hacer selecciones de material. Pero sí sé que muchas de las cosas que a mí no me gustan, van a tener mucho efecto en la escuela. Y lo pienso como un libro viable igual; no pienso que mi gusto es la panacea, sino que puedo entender que hay libros que en la escuela sirven más de lo que a mí me gustaría que sirvieran.



MM: Esa es una buena línea para seguir. Todavía ni empezamos a hablar de tu rol de escritora. Pero como promotora y selectora del Plan de Lectura del gobierno de la ciudad, ¿cuál es el criterio? Porque vos sos parte importantísima de que los libros lleguen a las escuelas, y que se lean…



CMA: Hay un montón de criterios…



MM: Mencioná tres o cuatro. ¿Qué cosas te gustan y qué cosas, no?



CMA: Los criterios no los pongo yo, pero los que el Plan de Lectura elige tienen que ver con cosas más generales: Están de acuerdo con los derechos humanos, corresponden a la edad, pero en general, lo que eligen las instituciones cuando tienen que elegir, son libros que consideramos que son como rendidores, libros que en la escuela los vas a poder usar para muchas cosas. Libros que se puedan comprar, que se puedan mirar, libros que tengan muchas entradas, y que entonces te sirvan para un acto sobre migración, pero que también te permitan pensar algo de género. Que sean lo que en las bibliotecas se llaman “libros rendidores”; porque las bibliotecas se están pensando cada vez con menos cantidad de libros. Viste que cuando hay mucho libro, entra poca gente, y puede entrar poco el sol, en ese sentido. Hay un montón de libros rendidores, como por ejemplo este que Mario me está devolviendo…



MM: Conste que lo estoy devolviendo. (Risas). Lo hablamos el lunes pasado, ¿se acuerdan? Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea, de Annabel Pitcher, que es una inglesa…



CMA: Es un librazo, desde todo punto de vista. No se consigue…



MM: Se conseguía en la Feria anterior. Por ahí en la que viene está, como oferta, y entonces compro dos o tres y revendo (Risas)… Es un buen negocio…



CMA: También lo tenía Random en la colección Punto de Lectura; se puede preguntar en Random. Pero cuando se piensa en los libros que se van a mandar a la escuela, los planes de lectura, o uno como selector tiene que pensar en todos los lectores. Y eso implica que estás pensando en “lectores como uno”, y en lectores completamente diferentes a uno. Yo recuerdo siempre, cuando estoy trabajando con mi equipo, capacitando a mis selectores, una vez que llegó a Mendoza un libro de una colección de Colihue, que la provincia decidió que no lo entregaba. Hubo toda una polémica acerca de cómo podía ser, y acerca de la censura. Y durante todo ese tiempo, yo pensaba en que cuando uno piensa un libro para la escuela, en todas las provincias no podés elegir un libro pensando en los pibes de Barrio Norte de familias progre. Tenés que pensar en un libro para una provincia como Salta, o como Mendoza, donde son conservadores, son religiosos; tenés que pensar en los libros para los pibes que son Testigos de Jehová, y que si tratan de cierto tema no se los van a dejar leer… tenés que pensar con una mirada desde el Estado. Y esa es una mirada totalmente distinta cuando elegís libros para una biblioteca popular…



MM: La mirada inclusiva…



CMA: Claro, pero inclusiva de a de veras. Porque es súper fácil incluir a la gente que es como uno. Pero tenés que incluir también a los otros que son más difíciles, más distintos. Entonces hay que tener también esas cosas en consideración. Y me acordé de algo que te va a interesar. Nunca jamás, tiene ciento cincuenta mil reversiones, y en una de las últimas, la editora, Laura Linzuain, me marcaba y me marcaba unas frases, porque yo soy muy mal hablada y entonces tenía muchas groserías. Y ella me marcaba que si tenía groserías no iba a entrar a la escuela. Y yo le peleaba que no. Y le sacó las groserías de una frase, que yo me peleé mucho para ponerla. Dice: “De la habitación entraron y salieron muchos médicos. Pasó un rato, no sé cuánto. Salió mi papá con cara de loco: “Perdón, hija. Tu mamá se murió”. Le dije que sí con la cabeza. Me miró como si no me viera y volvió a entrar, y yo seguí esperando, mirando por la ventana, tomando agua, mirando el celular. Esperando nada. No pude más y fui al baño. ¿Por qué me pide perdón mi papá?”. En la original, Fiorella no dice: “Le dije que sí con la cabeza”, sino que lo manda a la mierda; le dice “¿qué te pasa, boludo”. Porque cuando lo releí, todo el libro, me di cuenta de que si yo hubiera incluido ahí la grosería le habría sacado el peso, habría banalizado el hecho de que la nena está sufriendo enormemente porque su mamá se acaba de morir en ese momento. En eso sí tenía sentido, la grosería lo hubiese puesto banal, cotidiano. Y es algo extraordinario. Ahí tiene sentido la corrección.



MM: ¿Y la observación apuntaba a lo grosero o a otra cosa?



CMA: A la grosería.



MM: O sea, que le encontraste otra lectura a la observación.



CMA: La encontré después. En el momento me peleé. Se lo cambié igual, pero me peleé mucho, me enojé. Después de las primeras veces, creo que cuando estaba leyéndola en alguna parte, me di cuenta de que si hubiera tenido eso, se hubiera vuelto menos dramático.



Asistente: Hasta hubiera producido risa en los chicos…



CMA: Es posible, es posible. Y no es un momento para reírse.




MM: Vamos a entrar un poco en Nunca jamás. Alguien dijo que era para llorar, pero que también había momentos para reírse; eso lo logra también Annabel Pitcher en Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea



CMA: Si lo logro un poquito yo ya estoy. Ese libro es increíble…



MM: Es muy difícil trabajar eso…



Asistente: Además es muy creíble la protagonista.



CMA: Tiene mucho trabajo, muchísimo trabajo de reescritura, tiene muchos meses de trabajo. Así, alegremente, no te sale. Supongo que hay gente que es mucho más virtuosa, y a la que le saldrá más fácil. Tiene mucho trabajo para ir sacando. Porque eso sí es algo que uno tiene que hacer siempre que está escribiendo. Siempre tenés que hacer taller, siempre tiene que haber otros como vos que te escuchen, y que te marquen lo que les parece mal, lo que les parece que tenés que revisar. Yo suelo ser bastante explicativa cuando escribo. Y entonces en el taller me dicen qué cosas no necesitan ser explicadas.



MM: ¿Siempre trabajaste con taller?



CMA: Sí.



MM: ¿Y qué es lo que más sirve? ¿La mirada de los compañeros, más que la mirada del coordinador?



CMA: Depende. Hay gente que tiene un don. Mario es uno de los que lo tiene, de señalarte justo y con amor. Yo no podría no hacer taller.



Asistente: Te digo que acá, la verdad es que se nota cómo vamos mejorando, mes a mes.



CMA: Se señala con mucha amabilidad, con mucho respeto. Julián López, que es con quien yo hago el taller, también es muy amable. Y tiene una mirada especial, para ver lo que está oculto detrás de lo que vos estás diciendo. Entonces te dice que si querés decir una cosa, para qué la pones de esa manera. Y fundamentalmente, hay que tomarse mucho tiempo, no hay que apurarse, no tiene sentido. Yo entiendo que la gente vive de esto, y que los escritores necesitan sacar más libros para tener más derechos de autor, poder dejar los otros cincuenta y cuatro laburos que toman para poder seguir escribiendo, pero mientras puedas tener otro laburo, dale un tiempo para macerar, para trabajar…



Asistente: Justo te iba a preguntar lo de dejar macerar. Escribir… yo suelo dejar que descanse…



CMA: Sí. A mí además me pasa, porque soy una obsesiva, que no puedo estar escribiendo dos cosas a la vez. Termino una y recién empiezo la otra. Y para eso pasaron dos años.



MM: ¿Nada? ¿Ni un cuento en el medio? ¿No te pedís a vos misma?



CMA: No, no me sale. No me pido nada, no me sale ninguna cosa. Me habían pedido un cuento para una editorial, para nenes chiquititos, y entonces empecé, con el perrito… y se murió el perrito. (Risas). No, no puedo, no me sale.



MM: ¿A Matilde también la empezaste en taller?  ¿Con Julián también?



CMA: No. Todavía no había empezado el taller. Y acá se nota que hay que pulir.



MM: ¿Y con Matilde como trabajaste?



CMA: Yo tengo un grupo de amigas editoras, con las que hacemos idas y vueltas de lectura. Y con una de ellas, hacíamos un símil taller. Yo avanzaba, se lo mandaba (vos ya sabés con quien), y ella me marcaba todo. Es la misma que cuando yo estaba escribiendo este libro, se lo mandé para que me lo editara, y me dijo que la novela le había encantado, pero que le faltaba algo que la hiciera inolvidable. Una cosa. Empezamos a pensar. Yo estaba leyendo por mil quinientava vez Peter Pan, que es uno de los libros que todos tienen que leer. Ahora nos vamos de acá, y todos se bajan el pdf de Peter Pan. Y ahí fue, y ahí ganó.



MM: ¿La mención de Peter Pan no estaba?



CMA: No, no estaba.



MM: Es el cuento que le cuenta la hermana grande a la chiquita.



CMA: Por eso, este libro es fruto de dos años de reescritura; porque pasó de ser una cosa a ser otra cosa.



MM: ¿Qué era originalmente?



CMA: Era una novela muy larga, muy dura, muchísimo más dura que ahora, y se trasformó en algo más leíble.



MM: ¿Lo pensaste para adultos, originalmente?



CMA: No, pero cuando lo leían me señalaban que eventualmente no era para chicos.



Asistente: O sea que al principio la hermana grande no le leía nada…



CMA: Es una “personaja” que me costó mucho. En un momento, una amiga que también la leyó me dijo que si me caía tan mal la cambiara, que era mi personaje.



MM: ¿Quién te caía mal?



CMA: Fiorella me caía para el culo. Era una pendeja insoportable. Y me decían: “¿Para qué seguís con eso? Cambiala, si es tuya”.



MM: ¿Y por qué te caía tan mal?



CMA: Porque era insoportable. (Risas).



MM: La novela tiene, entre otros logros (los que la leyeron, bien, y los que no, después de leer Peter Pan tienen que leer Nunca jamás) un valor importante para mí, que son esos personajes que crecen. Esos personajes que hacen un cambio dentro de la historia y que al lector lo conmueven. Fundamentalmente, creo que es la abuela; esa abuela que al principio es detestable, entendible también, pero uno dice que la nena es la que la necesita, no el hijo. Ella está más enfocada en el dolor del hijo, que es el padre de la nena, pero que es su hijo, primero que nada. Y va cambiando…



CMA: Sí; también tiene que ver con una forma de mostrar que una persona de una edad, una madre de sesenta, pueda hacer todo un proceso y volverse feminista, con muchas comillas.



Asistente: Incluso revierte cosas de su propia vida…



CMA: Totalmente. Porque Fiorella se transforma finalmente como en un espejo de todos los que están ahí. Que es lo que pasa siempre con los críos. Los críos son el peor espejo de uno. Por eso no hay que tenerlos cerca. (Risas). Porque están todo el tiempo mostrando…



Asistente: Qué impresionante que tenés Peter Pan ahí, arriba de la cabeza…



Asistente: Sí, yo le saqué una foto recién.



MM: ¿Y el personaje del novio? Peter/Pedro.



CMA: Me encanta. Se llama Pedro desde antes de Peter Pan.




MM: Ese personaje es muy querible también.



CMA: Totalmente. Era más tosco. Y aparecía mucho menos, y fue en la reescritura que fue apareciendo. Porque eso también ocurre; que uno entrega una novela y te dicen que ahora ya está, pero que desarrollemos los personajes secundarios, que no sean solo una anécdota para que vos cuentes lo que querés contar. Y me pasé un rato dándole carnadura y sacando de la escena cosas que no tenían sentido. Como a mí me caían muy mal los padres de la madre, salían mucho, pero haciendo barrabasadas. Y al final no tiene sentido, son gente de mierda, la sacamos y mostramos más lo interesante. (Risas). Están los otros, que sí cambian.



MM: Lo otro que destacaría como un gran logro, me pareció a mí, es que no hay una concesión en el final. El padre sigue enfermo, sigue deprimido, no es que todo mejoró…



CMA: Eso fue una lucha cuerpo a cuerpo.



MM: ¿Con quién? ¿Con los editores?



CMA: Con los editores.



MM: ¿Buscaban un lugar más feliz?



CMA: Buscaban más compañía para Fiore, buscaban un consuelo. Pero está bien, es un personaje que te dan ganas de ir a cuidarlo.



Asistente: Es que es realismo, y en la realidad…



CMA: Realmente, si alguien cae en una depresión tan profunda como el señor, no se va a levantar un día como si fuera Jesús. Tiene que ir al hospital para curarse.



MM: Y está en proceso…



CMA: No sabemos qué pasó después, porque no fuimos.

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