El sostén de la palabra



Este año, junto al Servicio Social del Hospital Piñero, comenzamos un proyecto de lectura en las salas de obstetricia. La docente María Laura Migliarino nos cuenta el desafío que significa la implementación de estas acciones con las recientes mamás.



Por María Laura Migliarino

En el 2018 empezamos a trabajar en el Hospital Piñero junto a un grupo de profesionales del Servicio Social, y desarrollamos un espacio de promoción de la lectura en la sala de espera de Pediatría. Este año nos volvió a encontrar con un nuevo proyecto, motivados por el interés de implementar intervenciones vinculadas con la lectura en las salas de obstetricia.

La primera pregunta que surgió fue cómo convencer a los profesionales de la salud, tan ocupados por el bienestar clínico de la madre y del recién nacido, de la importancia del vínculo temprano con la palabra. Cuando ese paso estuvo franqueado, las preguntas se multiplicaron. ¿Cómo acercarnos a un grupo de mamás que estaban atravesando la fragilidad del puerperio de los primeros días? ¿Qué material llevaríamos para compartir? ¿Cuánto tiempo debería durar la propuesta? ¿Qué podríamos dejar de nuestro paso por allí?

Todos los jueves por las mañanas las salas 13 y 14 del Servicio de Obstetricia dan lugar, por un ratito, a la poesía, las nanas, los arrullos. Porque de lo que se trata es de acompañar a esa mamá, proponiéndole que pueda incorporar en el vínculo con su bebé, el valor de la palabra. Un encuentro sutil, ya que las situaciones familiares son muy diversas y la emoción está ahí a flor de piel para ser cuidada y respetada.

Nos acercamos a cada sala desplegando un repertorio de canciones de cuna, poemas y libros ilustrados. Cada encuentro es una experiencia diferente porque no siempre todas las camas están ocupadas, porque a veces las enfermeras también forman parte del convite y porque en ocasiones, la necesidad de descansar es lo más urgente.

En uno de esos jueves, nos encontramos con un chiquitín de un día de vida que estaba bajo la lámpara de luz ultravioleta. ¡Está tomando sol!, le dije a su mamá, y la sonrisa que me dedicó fue tan inmensa que en un pequeño instante, todas las preguntas que nos habíamos hecho, perdieron sentido. En otro, una mamá con un parto no tan sencillo, me dijo: “estoy acá, esperando a que nos curen”. Le ofrecí que eligiera un poema de los que llevo guardados en una cajita, y ella tomó una canción de cuna al azar: 

Este niño bueno,
que nació de noche,
quieren que lo lleven
a pasear en coche.

Esta nena linda,
que nació de día,
quieren que la lleven
a la dulcería.

 -“No lo puedo creer, esta es mi canción preferida de cuando era chica”, me dijo, emocionada.
Cada semana, además del tiempo que le dedicamos a elegir el material para compartir, pensamos nuevas maneras de acercarnos a ese universo tan íntimo, sabiendo que nos atraviesa un doble rol: portadoras de palabra poética y receptoras de historias, deseos y anhelos a los que hay que hacerles lugar porque, como dijo J. J. Saer alguna vez, hasta los pliegues más íntimos de nuestra experiencia están atravesados de relatos y ficciones.

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