100 años de la muerte de Frank Baum, autor de El maravilloso mago de Oz

Hoy se cumplen cien años de la muerte de Frank Baum, autor de El maravilloso mago de Oz, una obra emblemática de la literatura infantil universal, publicada en el año 1900, y que inauguró una serie de catorce novelas. En 1939, Hollywood llevó la historia al cine, convirtiéndose también en un clásico ineludible. Sergio Zadunaisky se refiere a al autor y a la obra, y al singular cruce de géneros de esta pieza maravillosa.

Por Sergio Zadunaisky


     “Oz simplemente pone al descubierto las emociones primitivas,
expone nuestras ansiedades infantiles sobre el abandono y la impotencia,
y trae a la luz la tensión entre las comodidades represivas del hogar y los terrores liberadores de lo desconocido que marcan todas nuestras vidas adultas”.
Trevor Johnston, Time Out

El origen de la historia se halla en un cuento que L. Frank Baum inventó y relataba a sus hijxs y sus amigxs. El nombre de Oz tuvo un origen casual y no derivó de la consulta a ninguna biblioteca: cuando los niños que escuchaban su cuento le preguntaron cómo se llamaba su país imaginario, sus ojos se fijaron en su archivador de correspondencia que indicaba OZ (completando el archivador A-N). 

El Maravilloso Mago de Oz, publicado en 1900, planteaba un quiebre, una ruptura con el cuento de hadas tradicional, donde no era un héroe quien guiaba la historia, sino una heroína. De hecho, Baum se oponía a los relatos victorianos de hadas, y llamó al suyo “cuento de hadas modernizado”.  A diferencia de los cuentos de Alicia, el argumento de El Mago de Oz sigue una línea narrativa lógica, con personajes estables y coherentes, dentro de los parámetros de los cuentos maravillosos.

Ilustraciones y portada de la edición original de El maravilloso mago de Oz, 1900.



Antes de llegar al cine, en 1902 el texto fue llevado a Broadway, donde permaneció en cartel dieciocho meses, y Baum continuó con la historia, publicando trece libros más hasta su muerte en 1919.

El texto original se refería a Dorothy, una huérfana que vive en el campo, en Kansas, con sus tíos y su adorado perro Toto. Un día, un tornado obliga a sus habitantes a buscar lugar en un refugio anti-ciclones bajo tierra.

Dorothy y su mascota quedan dentro de la casa. Un golpe en la cabeza la deja inconsciente y la sume en un sueño (momento onírico que difiere de cómo se cuenta el suceso en el libro), en el cual la casa es arrancada de su sitio por el ciclón que la deposita en un colorido y hermoso lugar, poblado por simpáticos y bondadosos personajes, los pequeños munchkins, quienes le agradecen que la casa en su caída haya aplastado y matado a la bruja del Este, por lo que le preguntan si es bruja ella también.

Afiche de la versión teatral del año 1902.
Dorothy, entre halagada y sorprendida, niega serlo y solo pide poder volver a Kansas, preocupada por la suerte de sus tíos. La Bruja del Norte, que se hace presente y dice ser de las brujas buenas, le dice que si es eso desea debe seguir el camino de lozas amarillas, que le conducirá directamente a Ciudad Esmeralda al encuentro de Oz, el mago que podría ayudarla. Dorothy le hace caso.

En su camino se encontrará con tres personajes que pronto se unirán en la búsqueda del mítico y legendario mago, ya que necesitan que los ayude para recuperar partes de sí mismos que les falta: el cerebro al Espantapájaros, el corazón al Leñador de Hojalata y la valentía al León Cobarde.

Cada uno de ellos representa, respectivamente, el mundo vegetal, el mineral y el animal. En el camino demostrarán que esas cualidades ya las tienen y solo deben confiar en sí mismos para utilizarlas. La película así nos dice que resulta absurdo buscar fuera de nosotros mismos las soluciones a nuestros problemas y que no hay lugar como nuestro hogar.

Luego de su exhibición navideña televisiva, el film ganó una alta adhesión entre el público norteamericano, por su carga emotiva y sentimental. El tema “Over the Rainbow”, escrito por Yip Harbur e interpretada por Judy Garland, ganó ese año el Oscar a la Mejor Canción Original.

El Mago de Oz se adscribe en su puesta e historia a aquello que Antonin Artaud escribió en su texto “Brujería y cine”: “Si el cine no está hecho para traducir los sueños o todo aquello que en la vida despierta se emparenta con los sueños, no existe”.


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