Silvina Rocha: “Cuando escribo siempre me aparece el concepto gráfico del libro”
Compartimos la primera parte de la entrevista a Silvina Rocha, que
cerró el ciclo del Laboratorio de análisis y producción de LIJ dedicado a
primeros lectores. Un encuentro en el que repasamos su llegada al mundo de la
LIJ, desde el tango y la poesía del tango; su paso por distintos talleres, su
fuerte relación con la ilustración (los proyectos conjuntos con ilustradores,
por ejemplo) y, entre otros temas que nos dejaron pensando, el oficio de
escribir, la relación con las editoriales, los textos a pedido.
Mario Méndez: Buenas tardes. ¿Cómo
están? Ya los saludé a todos, pero es como en la radio, que se saludan de
vuelta. Este es el cierre del primer ciclo de la temporada 2019 del Laboratorio de análisis y producción de
literatura infantil y juvenil, que organizamos a partir de lo que creemos que son géneros o similares, y
en este caso fue Primeros Lectores. Como el lunes pasado hicimos un cambio en
el cronograma, ya empezamos con adaptaciones, versiones, reversiones,
perversiones. Para los que sigan, el lunes que viene la idea es que traigan una
crítica, una reseña, una pastilla, una entrevista del tema de la adaptación. En
estas entrevistas, siempre empiezo con la biografía. Porque me parece que el
“prontuario” sirve para que más o menos nos ubiquemos. Por ejemplo, una de las
cosas que yo no sabía, me enteré leyendo la biografía, es que Silvina Rocha es
tucumana. ¿Desde cuándo vivís acá?
Silvina Rocha: Desde que tenía dos
meses. (Risas).
MM: Ah, sos una tucumana apócrifa…
SR: Sí, pero cómo me gustaría haber
vivido allá un tiempo. Mis viejos se fueron a vivir allá cinco años. Nosotros
somos cuatro hermanos, y las dos más chicas nacimos allá. Mis hermanos más
grandes vivieron la infancia en Tucumán. Y estaba buenísimo, porque vivían como
en la selva. En Horco Molle, donde era toda gente de la universidad, mi viejo
era universitario, así que era como un country de universitarios.
MM: ¿Cerca de San Miguel?
SR: Horco Molle es como un barrio. Sí,
está en San Miguel. No sé a cuánto de distancia. Ellos vivieron ahí. Yo no tuve
la suerte de tirarme por las lianas, y todo eso.
MM: Pero de más grande lo habrás
hecho…
SR: Sí, volví hace relativamente poco.
Hermoso, Tucumán, pero estaba grande para tirarme de las lianas.
MM: Además de escritora, Silvina es
cantante y compositora. En Letras se forma en diferentes talleres literarios.
Con Susana Pujol, Isaías Garde y Osvaldo Bassi en poesía, y en literatura
infantil con Silvia Motta e Iris Rivera. Y en literatura para adultos nada
menos que con Alberto Laiseca, y con José María Brindisi. Hablando de talleres,
una de las concurrentes al nuestro es una librera que fue testigo del armado de
Mateo y su gato rojo, en el taller de
Iris Rivera: Graciela Ocampo.
SR: Sí, sí, Graciela Ocampo. Era mi
compañera de taller.
MM: Claro, con Iris. Voy de a poco con
la biografía, y eso me sirve para ir metiendo preguntas, ¿Cuál es tu
experiencia con los talleres? Primero, ¿por qué tantos? Uno para adultos, otro
de poesía, otro para literatura infantil… Evidentemente te gusta.
SR: Sí, siempre me gustó escribir. En
realidad, empecé escribiendo poesía, porque como venía de la música y hacía
tango y quería escribir letras, bueno… Y de hecho, el tango me entró por ahí,
por la poesía del tango. Mi primer taller, entonces, fue de poesía. Me encanta
la poesía, de la sigo haciendo para mí, porque me parece un lenguaje que está
bastante relacionado con los libros álbum; es como lo más sustancioso, lo más
resumido, lo más jugoso del lenguaje. ¿Te parece que hice tantos talleres?
MM: Yo no hice, entonces me parece
interesante ver por qué.
SR: Los talleres son un mundo. Cuando empecé
a interesarme por la literatura infantil no tenía ni idea. Entonces fui buscando
por recomendación. El taller de Motta estaba bueno, pero era re teórico. No iba
a corregirme los textos. Yo necesitaba que me ayudaran a corregir, esa cuestión
más de oficio. Y ahí caí en el de Iris, una genia; ella hace bastante marco
teórico también, y como yo entré a la literatura por el costado -siempre digo que
soy una paracaidista- tenía que aprender un montón de cosas. De hecho, tuve que
empezar a leer un montón…
MM: ¿Eras lectora de literatura
infantil?
SR: La relación con la Lij se limitaba
a buscar literatura para mi hija. Después me di cuenta de que tenía como una
visión ya, porque a ella le elegía los libros que me gustaban a mí y me
resultaban interesantes.
MM: ¿Y ya te gustaban el libro
ilustrado, el libro álbum?
SR: Sí! Por ejemplo, los de Pablo
Bernasconi los compré cuando ni sabía quién era. Me acuerdo de haberlos visto y
de decir “qué bueno este libro”. Cuando quise ponerme a escribir me di cuenta de
que necesitaba leer mucho, que
necesitaba muchas herramientas. Y el taller de Iris, sí me dio eso, me abrió a
autores. Me acuerdo de que una compañera de taller me preguntó si no había
leído a Ema Wolf. Y yo no la había leído
hasta entonces…
MM: A Ema Wolf hay que leerla…
SR: La amo.
Asistente: Como paracaidista caíste
bastante bien. (Risas).
SR: ¿Vos pensás? Vamos a ver…
MM: Hiciste taller de literatura
infantil y juvenil, hiciste taller para adultos con Brindisi…
SR: Porque después también quería
escribir para adultos. Todo lo que leía para mí y me gustaba, me daban ganas de
probar… Viste que la lectura y la escritura están muy conectadas…
MM: ¿Y escribís para adultos?
SR: Justamente el otro día estaba
revisando cosas que escribí para esos talleres, y la verdad es que las leo hoy
y me parecen bastante interesantes. Resistieron el tiempo, no es que las veo y
me parecen una mierda. Creo que hay cosas que están buenas. Igual, creo que
habría que reeditar todo eso, reescribirlo. Bueno, hice taller con Brindisi y
Laiseca que era bastante particular.
MM: Acá estuvo Leo Oyola…
SR: Pero yo no me lo crucé a Leo Oyola
en el taller. Me la crucé a la mujer, a Ale Zina que era mi compañera. De hecho, mis compañeras de taller eran
Alejandra Zina, Gabriela Cabezón Cámara y Selva Almada. Pero no era un taller.
La gente iba ahí a leer lo que estaba escribiendo. Era como un club de lectura.
Nadie opinaba mucho, más bien escuchabas. La única que se iba con consignas
para escribir a la casa era yo. Pero era un placer, era inspirador solamente
escuchar a Laiseca. Era un relator nato. El tipo iba relatando, iba enganchando
un tema con otro y después lo retomaba… iba hilvanando historias. Solamente con
eso ya te enseñaba cosas.
MM: Te pregunto además, porque me
llama la atención que habiendo hecho un taller con Laiseca y con Brindisi, que
también tiene mucha obra para adultos, vos has saltado como mucho a primeros
lectores, de tercer grado, una cosa así. Casi todo es literatura para pequeños
lectores y no hay novela infantil/juvenil para preadolescentes…
SR: Me estaría faltando. (Risas).
MM: ¿Por qué no hay?
SR: Qué se yo… Un día me senté y
escribí Mateo y su gato rojo. Entré
por ahí… Yo tenía una alumna de canto
que era ilustradora. Le dije que había escrito cuentos para chicos y le
pregunté a dónde podía mandarlos. Me dijo que las mandara a Imaginaria. Yo no
sabía lo que era. Después me enteré de que toda la gente que trabajaba en
Imaginaria era gente re capa, que la tenía re clara y lo que armaban estaba
buenísimo. En ese momento tenía un marido que era diseñador gráfico, y ese
libro lo armamos entero porque lo queríamos mandar (de hecho lo mandamos y no
ganamos, por supuesto) al concurso del Fondo de Cultura Económica. Entonces el
libro quedó maquetado. Y cuando después Del Naranjo leyó el texto en Imaginaria
me llamó para decirme que lo querían publicar. Les dije que lo tenía maquetado con
ilustraciones. Y quedó prácticamente igual. Solamente se cambió la tapa…
MM: De hecho esto no estaba previsto…
SR: Uy… qué tonta, podría haber traído
las maquetas. Tengo las maquetas originales para comparar los dos libros…
MM: Creo que algo hablamos en el
primer encuentro. Y viene muy a cuento que no siga ningún orden. Una de las
cosas más interesantes, que calculo que habrá gustado en Del Naranjo, es que
está a dos colores. No hay necesidad de los cuatro colores. Es algo que es
significativo.
SR: Rojo y negro garpa al infinito.
MM: Está pensado y es muy
significativo.
SR: Bueno, toda esa cabeza, de la cuestión más gráfica salió de
ese diseñador que era también director de arte. Porque en ese momento, tanto la
ilustradora como yo recién empezábamos, no teníamos mucha idea, entonces el concepto
gráfico del libro ya estuvo pautado. Estos cuadritos que parecen acá fueron
decisión del diseñador.
MM: ¿Figura en los créditos o lo
borraste?
SR: Todavía figura, pero ya lo voy a
borrar. (Risas). Mejor no hablar de ciertas cosas. (Risas).
MM: Quedate tranquila. Esos temas acá,
no. No es la mesa de Mirtha Legrand.
SR: Bueno, pero yo aprendí mucho de
ese trabajo, en verdad.
MM: Primero, es raro, y supongo que
habrá sido una enorme sorpresa, que te llamen de una editorial porque leyeron
algo en la Web. Para pedirte el texto…
SR: No existe más Imaginaria. Era una
idea genial. Alguien que ponga la plata y continúe con eso…Eran gente de
edición con un espacio para “nuevos autores”
MM: Eso lo bancaba Telefónica, me
parece, acá vinieron Roberto, Eduardo…
SR: Sí ,Telefónica. Una vez, hablando
con Eduardo Abel Giménez, me dijo que todo eso está subido a la nube…eso está
en algún lado.
MM: Cuando vos querés saber, por
ejemplo, la biografía de un autor, la tenés, pero está hasta hace diez años.
SR: Pero era muy interesante lo que
hacían de juntar un texto con un ilustrador, porque era la forma de pensar un
texto con una imagen, al menos una. Y la verdad que a mi generación, dentro de
la literatura infantil nos abrió puertas.
MM: Vos serías de la generación del
siglo XXI…
SR: No sé.
MM: ¿Cuándo salió Mateo…?
SR: En 2010. Va a cumplir diez años
ese libro. Y fue el primero.
MM: O sea que sos de la primera
década.
SR: En realidad, viste cómo son los
tiempos editoriales… Yo había firmado un primer contrato por éste (“Pajaritos
en la cabeza”), pero terminó saliendo después.
MM: Pajaritos en la cabeza. ¿En qué editorial está?
SR: En La brujita de papel.
MM: ¿Cómo llegaste a La brujita? ¿Lo llevaste directamente?
SR: Sí, María Laura Dedé, una colega,
me comentó que La Brujita estaba buscando material y les mandé este texto,
siempre le voy a agradecer mucho a Dedé su generosidad en compartir data, ese
de ayudarnos entre todos.
MM: Sigo con la biografía. Trabajó
como redactora de contenidos para estudios de diseño y colabora asiduamente
para Santillana, Tinta Fresca, Puerto de Palos y SM. Y eso me abre una serie de
preguntas interesantes. Una de ellas y principal, sobre todo viniendo del
taller de Iris, que tiene una posición tomada con este tema, ¿cómo es escribir
a pedido? Vos además, alguna vez has sido coordinadora de manuales, has hecho
pedidos. ¿Qué pensás de eso? ¿Cómo lo vivís?
SR: Son como las dos caras de la
moneda, porque honestamente, a muchos de nosotros es lo que nos da de comer, es
nuestro oficio. Después, por lo menos yo, trato de hacer lo más parecido a como
yo escribiría, olvidándome de que estoy escribiendo para un manual. Y siempre
existe ese conflicto del que hablamos con escritores amigos, esto de que escribir
para manuales está muy encorsetado. Las
cosas que no se pueden decir, las cosas que “los chicos no van a entender”…
MM: ¿De qué cosas tenés que olvidarte
cuando escribís para un manual?
Asistente: ¿Cuestiones técnicas?
¿Frases? ¿Malas palabras?
SR: Malas palabras, olvidate. Eso no
existe. Una vez me pidieron que escribiera una reversión de “El ruiseñor”. Y
puse “abeto”. Y el editor me dijo que los chicos no iban a entender qué era un
abeto, que pusiera “pino”· ¿Cómo hacen entonces los pibes para adquirir
lenguaje? , le pregunté. Si vos me decís que pongo una palabra en el nudo
crucial, por la que se quedan afuera de la historia, pero ni aún así. Al editor
le respondí que hiciera lo que quisiera, pero que le iba a explicar cómo lo
pensaba yo. Le dije que muchas veces se entiende por contexto, le expliqué
cómo, todos nosotros, aún al día de hoy, entendemos significados por contexto y
adquirimos vocabulario a partir de esto; y que igual hiciera lo que quisiera. No sé cómo salió al
final, honestamente. Porque después no nos dan los manuales para que veamos
cómo salió impreso.
MM: Si los pedís, te los dan…
SR: Bueno, a mí no me llegan siempre. Por
otro lado, siguiendo con el tema, soy buena para escribir a pedido. Me pone en
movimiento. A mí no se me hubiera ocurrido por mí misma escribir una reversión
de “El Ruiseñor”- Hay muchos escritores que dicen que agarran todo lo que
escribieron para los manuales, y después lo juntan y hacen un libro. A mí,
todavía no me pasó, pero sirve también como un empujoncito, es una manera de
producir.
MM: En general lo reescriben.
SR: Estoy segura de que después
vuelven a editarlo. Depende de también para qué editorial.
MM: Además, cuando se escribe para un
manual los textos tienden a reducirse, porque te piden cantidad de caracteres…
SR: Hay una cosa que escribí que ahora
estoy haciéndola con una ilustradora, con Paz Tamburrini. Porque estaba bueno
el cuento, realmente me gustó, y había quedado muy corto, estaba como
comprimido, después lo reescribí, sin ese corsé de tamaño o de la cantidad de
caracteres… me habían pedido una historia que hablara de la familia, que
tuviera un conflicto, en ochocientos caracteres…Lo mejor que se puede en esa
cantidad de caracteres, y luego si la historia funciona y me gusta, la hago más
larga, la tomo para mí y le doy aire.
MM: Lo que suele ser más difícil es
eso. Que en tan poco espacio puedas meter un conflicto. Sin embargo tenés mucha
experiencia con primeros lectores. Vos metés, en historias cortitas, un
problema. Tenés oficio.
SR: Claro, sí. Porque si no se vuelve
insulso.
MM: Claro, si no pasa nada… Bien. Sigo
con la biografía. Dicta talleres sobre libro álbum, libro ilustrado y libro
objeto, así como también sobre los procesos de armado, idea y construcción de
un libro. Es algo bastante buscado. ¿Cómo andan esos talleres?
SR: Me gustaría trabajar mucho más. Me
gusta mucho dar talleres, porque a veces uno siente que no tiene nada para
enseñar pero después te das cuenta de que la gente está re ávida de eso. Que no
tienen idea o que le faltan muchas herramientas, ver libros, ver cómo
resolvieron estructuras. Sobre todo cuando viajás al interior y notás que los
libros no llegan, no llega la
información o hay poca capacitación, entonces cuando vas a dar esos talleres te
lo agradecen de verdad. Les das herramientas; yo cuento procesos y sobre todo,
muestro libros. Es como una guía lectora. Voy mostrando libros de autores de
acá y de afuera, mostrando cómo resolvieron cosas, para poder transmitir esas
herramientas. Me gusta mucho dar talleres. Yo también aprendo un montón. Una
vez fui a dar uno a Morón, a una escuela de dibujo y la gente llevaba sus
ideas. Algunas súper avanzadas, sobre todo de ilustradores, y otras muy verdes.
Hay que saber decir también, sin mentir,
pero sin herir, porque la gente va muy entusiasmada a mostrar lo que tiene. Me
acuerdo de una chica a la que le dije que lo que traía era casi como un libro
personalizado. Porque era un libro para el cumpleaños del sobrino. Viene mucha
gente que se acerca al libro de diferentes maneras, pero siempre creo que los
talleres, el intercambio real y verdadero, es muy valioso.
MM: Tenemos varios escritores que
suelen venir. Alejandro Alonso, Laura Ávila, que hoy está en rol “fotógrafa”,
está Cucho Cuño, ilustrador, y allá Diego Moscato de camarógrafo. Y está
Natacha Goransky, que viene siempre. La gran mayoría de tus libros son libros
ilustrados, o libros álbum, después nos vas a decir cómo ves la diferencia.
¿Cómo es tu relación y tu trabajo con los ilustradores?
SR: Codo a codo, en la medida que
puedo. Llegué a una situación en la que me siento muy privilegiada, porque en
muchas editoriales me dejan trabajar libremente con ellos. Al principio
presentaba los libros maquetados, pero es difícil pedirle a un ilustrador que
te ilustre todo un libro con cero dinero, a futuro. Tuve suerte porque siempre
me los publicaron. Entonces ahora muestro la historia con tres ilustraciones
finales, en las que ya se ve el concepto gráfico, si sos un buen editor, ya te
das cuenta por dónde va. De esa manera, me garantizo que el concepto gráfico
del libro sea parecido a lo que yo tengo en la cabeza. Porque cuando escribo
siempre me aparece eso. No me aparece un ilustrador especialmente, pero sí me
imagino el tipo de ilustración. Si es algo más despojado… Yo soy amante de lo
despojado, como verán, sobre todo en libros para más chicos.
MM: Con Cucho hiciste López, ¿verdad?
Los dos…
SR: Sí. Aguante López.
MM: Aguante López. ¿Llevaron el libro
terminado a la editorial?
SR: No. El caso de Cucho es bastante
diferente. En el primer López trabajamos por separado. En el segundo, ya nos
conocimos y lo enloquecí. Nos enloquecimos mutuamente. (Risas). Y ahí empezamos
a trabajar juntos.
MM: En el primer encuentro del Laboratorio para primeros lectores yo traje un cuento que trabajé con una editora, cortado en distintas partes que podían ser ilustradas. ¿Cuando trabajás con un ilustrador le llevás la idea de dónde van los dibujos?
SR: No, confío plenamente en ellos. Lo que hago normalmente, es agarrar el texto y
dividirlo, más o menos, en la cantidad de páginas. En un standard que es
catorce dobles. Pero eso puede variar, un pedazo de texto puede agrandarse,
borrarse en función de lo que me proponga el ilustrador. Yo tengo mis propias imágenes
en la cabeza, voy con mis ideas, los vuelvo locos, pero muchas veces ellos
proponen cosas superadoras y ese es el intercambio súper enriquecedor.
MM: ¿Te piden cambios? ¿O agregados de
texto?
SR: No, más bien quieren volar el
texto y yo estoy de acuerdo, en general.
MM: Cuanto menos texto, mejor para
ellos…
SR: No necesariamente, pero a veces
sí. Es un ida y vuelta, muy enriquecedor. Quería mostrar este libro, que no
vende nada y es un libro que amo.
MM: Fernandito. ¿Por qué?
SR: Porque es raro, es muy cómic; es
una imagen muy explotada, pero yo lo amo.
Asistente: Pero ahora que el cómic
gusta tanto…
SR: Sí, pero viste que está en el
medio. Tampoco es cómic, cómic. Todo esto venía a que con Verito Rivarola, que
es con quien hicimos “Fernandito”, ella agregó un personaje que yo jamás lo
pensé ni lo imaginé, que es este pajarito, que aparece a lo largo de todas las
páginas y va opinando acerca de lo que va pasando. Yo no le dije que tenía que
existir un pajarito, el pájaro no existía en mi texto, pero ella lo creó y me
pareció genial que existiera ese personaje. Es como un relator en off que va
opinando.
MM: ¿Y la opinión es de Verónica
Rivarola o es del lorito?
SR: Es del lorito. Pero va siguiendo
la trama. Todo mal con Fernandito.
MM: Explico la pregunta. Acá,
Fernandito, que está por meter el dedo en una vela dice: “No duele, no duele”.
El texto dice: “O ponía su dedo en la llama, y pensaba: “No duele, no duele”.
Quedaba rojo. Pero no dolía “tanto”. El texto que piensa el lorito…
SR: Eso lo puso Vero. “Una curita”.
MM: Vos no le dabas texto al loro.
SR: No, ella lo agregó.
MM: Isol es súper exitosa y tiene un
estilo parecido.
SR: Pero no soy Isol. (Risas).
MM: Pero estos ojos de loco que tiene
Fernandito…
SR: El otro día hablábamos con Laura Ávila
de por qué a un libro le va mejor o peor… Tal vez es la editorial, tal vez no
era un libro para esa editorial. No sé decirte…
Asistente: ¿Cuándo lo sacaste?
MM: Dice 2015. Bien. Última cosa de tu
biografía, antes de hablar de cada uno de los libros. Actualmente cursa la
carrera de Edición en la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A. ¿Seguís
cursando?
SR: Sí; este cuatrimestre estuvo un
poco difícil. La voy cursando muy lentamente.
MM: ¿Y para qué? diría un vecino.
SR: Porque quiero tener ese título que
nunca tuve.
MM: Para colgar el diploma…
SR: Me quedó de mi papá. Porque quería
que tuviéramos un título y yo me resistí, me resistí. Un título es algo que
dice que vos sabés hacer algo, que yo sé hacer, pero no tengo título que lo
corrobore, por eso supongo, tengo esa pelotudez en la cabeza. Es no tener que
demostrar que sabés hacer algo. Pensando bien en tu pregunta, realmente voy
porque la facultad me pone la cabeza en movimiento. Concretamente. La otra vez cursé
Epistemología, leí autores que de otra manera no hubiera leído. Por supuesto,
había veinte pibes más jóvenes que yo. Divinos. Y de golpe éramos veinte
personas hablando de política, relacionando autores sin los celulares de por
medio. Es un lugar de encuentro. Amo Filo. Me encanta la facultad. Después,
estoy tratando de cursar las materias interesantes, así que no sé si voy a
terminar, porque voy a hacer todas las que me interesan al principio, y hay que
ver si después soy capaz de cursar mil otras que no me interesan. Cursé
materias muy interesantes, como Fundamentos de la Producción de Impresos, donde
se ve todo el trabajo que se hace en la imprenta… ahí se abre un mundo. Me
gustaría que hubiera más seminarios. Me perdí un seminario de Tipografía en
verano. A mí me gusta mucho lo de la imprenta por esa cuestión del oficio.
MM: Eso te da un background
interesante, porque la verdad es que la mayoría de los escritores no sabemos
mucho de esto. Que tengas una idea de diseño y que además te interese la
producción de imprenta…
SR: Me gusta el libro como objeto. Soy
muy hinchapelotas. Me gusta comprarme un libro que me guste desde la tapa. Que
la tipografía sea fácil de leer, que me gusten las ilustraciones… Ni hablar de
que el texto tiene que estar y ser bueno, bancarse por sí mismo.
MM: Por ejemplo, estos son dos. Marisa y Violeta y Casimira, no son libros ilustrados…
SR: Porque son los únicos dos que son
para más grandes.
MM: ¿Vas pidiendo igual que te manden
los dibujos, que te manden bocetos?
SR: Sí, pero las editoriales no me da
bola. En el de “Marisa y Violeta” me escribe por privado, por Facebook el
ilustrador, “Silvina, terminé de hacer tu libro”. ¿What? Yo estaba en el colectivo. Le pedí que me mandara todo. No
había visto nada. No sabía ni a quién habían elegido. Resultaron ilustraciones
hermosas, pero me hubiera gustado participar, para enloquecer a algunos. …
MM: ¿Qué hubiera pasado (eso suele
pasar) si no te gustaba?
SR: Se lo hubiera dicho. Pasa que los
escritores tenemos que aprender a argumentar con las editoriales. Descubrí eso.
Yo soy re leche hervida. Tengo que sentarme y redactar un mail tranquila. Sé
que eso funciona. Cuando vas argumentando y argumentando, muchas veces la
ganás.
MM: Ahora sí vamos a ver el montón de
libros que ha publicado Silvina en poquísimo tiempo. El primero en 2010. En
menos de diez años, por lo menos quince libros. Mateo y su gato rojo, de Del Naranjo, que estuvimos mirando, obtuvo
el premio a las categorías Colección e Ilustración de ALIJA en 2010, y fue
incluido entre los altamente recomendados de Fundalectura IBBY Colombia en el
2013. Y seleccionado como uno de los diez mejores libros álbum de la Argentina,
por la Federación Internacional de Bibliotecarios en el 2012. ¿Cómo inciden los
premios?
SR: Es una cucarda. Para mí, los
premios son como una cucardita que siguen las editoriales y los que estamos en
el medio, los lectores, para diferenciar un libro de entre la cantidad enorme de
libros que salen.
MM: ¿Sentís que de alguna editorial te
han llamado por eso?
SR: Cuenta. Me parece que sí. Por ahí
es puro azar.
MM: Casi no hay nada al azar.
SR: Lo que pasa es que para mí ese
libro fue una carta de presentación. Porque fue el primer libro que edité, ganó
esos premios, y de repente en el ambiente funcionó. La gente miraba el libro.
Yo siento que me abrió puertas. Éste en
particular.
MM: Fue traducido, además.
Asistente: ¿Cómo hicieron para
trabajar las ilustraciones? Vieron que tienen como dos niveles, uno es el nivel
de la realidad, y otro lo que el nene vive. ¿Esa fue una idea tuya o del
ilustrador? ¿Cómo hicieron?
SR: Por ejemplo, ¿esta imagen, en la
que aparece el gato adelante?
Asistente: Viste que él dibuja en una
libreta para el gato. ¿Cómo hicieron para plasmar eso, para tener esas dos
líneas de relato?
SE: Eso lo hizo la ilustradora. No le
dijimos que dibujara un gato de cierta manera. Sí estaba como un concepto, pero
el relato de la escena lo eligió la ilustradora.
Asistente: Vos hablaste del diseño del
libro. Ahora hablás de la ilustradora. Son como dos planos diferentes.
SR: Sí, eso es algo que la gente tiene
muy confundido…
Asistente: Yo. Porque hablaste de un
hombre que fue tu compañero, y ahora hablas de la ilustradora…
SR: Un diseñador tiene texto e
ilustraciones para meter en tanta cantidad de páginas… Corregime, Cucho… va
eligiendo todo, la tipografía, el tamaño de la tipografía, todo tiene una razón
de ser. Uno abre el libro y lee primero esta página, después esta… Todo tiene
que ver con ese timing que se va
armando en la lectura. Se manejan muchos elementos, no solamente la lectura del
texto. Hay lectura de imágenes. El diseñador es el que elige cómo van a estar
ordenados esos elementos, la distribución espacial.
Cucho: Es como el que marca el ritmo,
como el director de la orquesta. Vos podés tener un montón de ilustraciones,
pero si no acompañan al texto, y el texto y las ilustraciones no van marcando
un ritmo en el libro, se nota. Cuando el diseñador es bueno, no se nota que
estuvo.
SR: ¡Claro! Es como magia. El otro día
tuve por primera vez un trabajo que me encantó hacer, que fue la lectura
crítica de una colección de libros para chicos. Gente que no tenía mucha idea
de cómo hacerlo. Entonces les decía que el planteo del texto estaba raro, que
estaba mal cortado, y les decía que consultaran con el diseñador, porque tiene
re claro qué cosas no se pueden cortar, dónde se ubican los textos, los
márgenes, hay un montón de cosas a tener en cuenta. Es como dice él. Es como un
director de orquesta, que si está todo bien hecho, desaparece. Nadie sabe quién
hizo eso. Hace magia, pero detrás de escena. Pero sí se va a ver si está mal
hecho. Si corta las ilustraciones por donde no tiene que cortarlas. Por
ejemplo, una cosa que nunca corregimos al final, esto está muy abajo. ¿Qué
opinás, Cucho? (refiriéndose a una imagen y texto del libro de Mateo)
Cucho: Que tengo que ponerme más aumento
en los lentes. (Risas).
SR: No lo ves. Está como un poco
apretado. A veces hay una conexión entre las imágenes y el peso, y no tiene que
estar apretado. Tiene que tener aire, esos son los genios de los diseñadores que
saben trabajar mucho con eso.
MM: Hay una cosa que se dice mucho, y
es que los escritores, podríamos decir que los ilustradores también, no
escriben libros. Escriben textos o dibujan ilustraciones. Los libros los hacen
los editores, que es el otro trabajo que está detrás. No solo el del diseñador.
SR: El director de orquesta, en
realidad, es el editor, cuando tenés la suerte de tenerlo...
MM: Claro. Esta fue una idea que se le
ocurrió a Silvina con su compañero de ese momento. Que la trasladó a Lucía, que
es la ilustradora, y que un diseñador trabajó. Muy probablemente bajo la batuta del que sería el verdadero
director, que es el editor. Si el editor es bueno. Si no, puede que desligue y
que diga que lo armen ustedes tres y ya está. Pero es interesante, porque son
dos oficios, tanto el del diseñador como el del editor, que no se ven. Apenas
en la página de Legales, y con suerte, dice que diseñó tal persona. Y encima
ahora al que diseñó lo van a borrar, pobre. (Risas).
SR: ¿Vieron qué injusta es la vida?
MM: Por ahí se lo merece. (Risas). Y
en la edición, muchas veces no dice quién es el director de colección, o quién
está trabajando detrás.
Asistente: El director de colección
sería el editor…
MM: A veces hay un editor general, y
un director de colección en particular. A veces es la misma persona.
Asistente: Hasta hace un tiempo, el
ilustrador no figuraba.
MM: ES como “Casa Tomada”. Antes
éramos solo los escritores, después vinieron los ilustradores, después va a
decir que Silvina Rocha diseñó tal cosa, y que otra persona editó tal otra, y cada
vez vamos a dividir más los derechos, y todos nos vamos a morir de hambre, pero
democráticamente. Con Mateo y su gato
rojo empezaste con todo, no solo porque tuviste varios premios sino porque
en seguida fuiste traducida. Tu primer libro fue traducido al portugués. ¿Tenés
esa traducción?
SR: Sí. Se lo tuve que mandar a
comprar a mi hermana que viajó a Brasil, porque nunca me llegaron los
ejemplares.
MM: ¿Y cobraste algo?
SR: Ni en pedo. (Risas). Un cifra
mínima. Lo que cobrás es el adelanto de regalías. Entonces, como uno sabe que
las regalías después no van a aparecer, uno debería negociar ese adelanto mucho
más fuerte. Decíamos el otro día con una editora, que en realidad las
traducciones son chapa para el libro. La gente cree que cuando te traducen ganás
un montón de dinero. No estaría siendo mi caso, no sé si no hay otra gente que
sí lo gana.
MM: Stephen King sí.
SR: Tal cual! La versión brasilera es
un formato más grande, estaba bueno. Incluso tenía un poco más de aire.
Asistente: ¿Con otra ilustración y
otro diseño?
SR: No, no. Cuando lo traducen las
ilustraciones siguen siendo las mismas.
MM: Depende…
SR: ¿Hay algún caso en el que hayan
cambiado?
MM: Yo te puedo contar uno. El ¿Quién soy?, por ejemplo, que es un
libro de nietos reencontrados, que es un formato grande y la ilustración de
tapa es de Itsvansch, se tradujo al italiano y en la edición de Italia la
ilustración de tapa es de Pablo Bernasconi, la famosa de las Abuelas
persiguiendo a la mariposa con el pañuelo.
SR: ¿Pero tiene las mismas adentro?
MM: Las mismas. Pero cambiaron la
tapa, no tiene el juego de la ventana, que es fundamental. Se perdió por una
cuestión de costos, y porque era más pregnante el dibujo de Pablo.
SR: Sí, la importancia de las tapas.
Son fundamentales.
MM: Tus libros tienen muy lindas
tapas.
SR: Sí, son fundamentales, la tapa es
fundamental, te cuenta eso que vas a encontrar adentro del libro pero resumido,
en un flash.
MM: Bueno, después de Mateo y su gato rojo viene Pajaritos en la cabeza, porque habías
firmado ya el contrato, ilustrado por Mey, publicado en La brujita de papel, hace un tiempo. Con una idea muy interesante,
la de hacer literal la metáfora. Tiene la cabeza ocupada por los pajaritos.
¿Cómo surge esta historia?
SR: De eso mismo que vos decís. Esto
alguien me lo criticó una vez. Como que la nena no se hace cargo del rollo. Y
para mí no era un rollo. En realidad la pobre pendeja está con un montón de
cosas en la cabeza, que no son importantes. A mí me interesaba mostrar eso, el
ruido que aparece a veces en la cabeza. Amo como trabaja Mey. “Por qué los
elefantes prefieren jugar a la Mancha” está también ilustrado por ella. Hablando de ediciones, me gustaría mucho que
este libro tuviera lomo…
MM: Igual, estos libros no suelen
estar de lomo en las librerías. Son de mesa.
SR: No se me había ocurrido pensarlo
así. Es como una revista…
Asistente: Está en las mesas…
SR: Ojalá…
MM: De las editoriales más grandes,
Norma, Loqueleo, SM, los libreros ponen
los libros de canto. Porque conocen la serie.
SR: ¿Lo decís por el dibujo, que si
no, no se ve?
MM: Ese no es un libro de
prescripción, no es un libro para la escuela, que van a adoptar los chicos de
segundo grado…
SR: Sin embargo en escuelas ese libro
funcionó siempre muy bien. Para Pre Lectores. Para chicos de cuatro, cinco o
seis.
Asistente: ¿Cómo se llama?
MM: Por qué los elefantes prefieren jugar a la mancha.
Asistente: Es como de los campeones de
venta de Pequeño Editor. Yo hablé una vez con Raquel Franco y hablaba muy bien
del libro. Decía que era uno de los favoritos. De los que los chicos más
buscan, como muy querido en la editorial.
MM: El título es muy ganchero. Además,
la respuesta es obvia, pero hay que ver el desarrollo.
SR: Es simple para los chicos. Tiene
su trama y su conflicto, pero es para chicos bien chiquitos.
Asistente: Ese es el que ganó los
premios nacionales, ¿no?
SR: Sí.
Asistente: Es un libro álbum, así que
es más groso todavía. Es un libro hermoso.
MM: Se vino con hinchada. (Risas).
SR: Es un libro que yo quiero
horrores. Es el que le compite cuerpo a cuerpo a Mateo, es muy representativo para mí. Hablando de premios, primero
cayó el White Ravens. Cuando nos dijeron que habíamos ganado ese premio, yo no
sabía qué era el White Ravens y parece ser que es importantísimo…
MM: Explicá, porque no todos saben lo
que es…
SR: Es un catálogo que hace una
biblioteca de Alemania, que elige… como si te dijera… ochenta libros en sesenta
idiomas entre un montón de países. Aparentemente es un catálogo muy visto
afuera. Como si fuera el de Fundalectura. Los editores lo ven. Cuando Raquel,
la editora de Pequeño Editor, me llamó para avisarme y me contó del premio, me
di cuenta de su importancia.
MM: ¿Y no hubo posibilidades de
traducirlo, como pasa con muchos de los que llegan a los White Ravens?
SR: Bueno, está traducido al inglés,
por una editorial chiquita, en Canadá.
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