La foto
"La
foto no es la película" es una frase que se repite a menudo para
definir escenarios políticos. Toda práctica política puede funcionar de
esa manera, hasta que entra en escena una foto de Evita y se desencadena
lo imprevisible, como vemos en este texto de Marcelo Iconomidis.
Por Marcelo Iconomidis
Por Marcelo Iconomidis
"Solo
cuando descubrimos como algunos viejos mitos prefiguran los acontecimientos de
nuestra vida, esos acontecimientos dejan de ser banales y adquieren la plenitud
de su significación reveladora"
Gabriel Celaya
Y fue una foto. Sí, una foto.
La abuela joven y madre púber, llegó a
Buenos Aires a principios de la década del treinta escapando a la infamia de
una década que hacía estragos en su Mendoza natal.
Su padre había muerto muy joven y
existen dos versiones sobre su deceso: un cáncer de garganta, por un lado, y el
fusilamiento policial, por otro. Su madre, una india huarpe de pura cepa
cuyana, se la cargó a los hombros junto a su pequeño hermano.
Semianalfabeta, su fortaleza residía
en el ojo escrutador y certero para divisar personajes de baja estofa y en la perfecta
irracionalidad para resolver cuestiones prácticas que son de pura índole
racional.
Madre a los catorce años de un marido
inmigrante treintañero remó, en el piso de tierra de un rancho prefabricado e
inundable, hasta el día que el pueblo cruzó el rubicón de Avellaneda y las
patas se sumergieron en la fuente.
Logró recibirse y trabajar de
enfermera en clínicas y hospitales, luego del paso obligado por la limpieza de
pisos y baños ajenos. Fue una de la "Legión de enfermeras". Con el
tiempo, la casa comenzó a vestirse de gala con sus pisos de mosaicos, la cocina
ampliada y los cuartos independientes.
En uno de esos cuartos, Ulises vio por
primera vez la foto. Para un niño la foto era vieja, en blanco y negro casi
sepia por el deterioro, y de una señora desconocida que no asociaba con su
familia.
Una tarde, mientras en el aire se desvanecían
las melodías de Nelly Omar que la abuela "pinchaba" en el wincofón,
Ulises preguntó:
- ¿Esta señora es de la familia?
- No. No es de nuestra familia. Es de la
familia de todos.
respondió la abuela
Pasaron las décadas y las mudanzas
desdoblaron a la familia y la foto siguió el camino de Ulises. Fue una sucesión
sin disputas ni leguleyos y nunca fue un bien ganancial. Casi una herencia
natural de un tiempo sin leyes de propiedad.
La foto se convirtió en cuadro y sigue
aquí y allí. El rostro lozano y angelical supervisando que el plato siempre esté
lleno. De mirada beatífica para una congregación de desterrados, creyentes,
agnósticos o ateos y de ojeada implacable para los miserables de penas ajenas.
Como a Evita, a la abuela no le interesaba
hablar de Eva Perón. Solo hablaba de Evita y a ella se refería como abanderada,
yegua o montonera y como la que siempre garantiza derechos y la única propiedad
que al fin de cuentas tiene sentido: la propiedad de nuestros destinos.
Mito de redención en tiempos de
oscurantismo, donde la idea que taladra es "ya no hay enemigos, solo
desafortunados", pués allí es, donde Evita, siempre está.
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